martes, 23 de agosto de 2011

Los Años Marcan..

Los años marcan,


Mauro se concentra en su imagen frente al espejo, se mira una y otra vez, no se reconoce, se ha observado tantas veces los últimos años pero no había reparado en que estos años han ido dejando marcas que no regresan, que no se borran, que por el contrario se profundizan y hacen del Mauro de siempre, otro, un Mauro viejo.

Hace unas semanas pasó la línea de los 50, su vida ha sido cómoda, algunas veces excitante, muchas apasionada, pero hoy es calma y solitaria, las marcas alrededor de sus ojos, reflejan muchas risas pasadas, las que circundan la boca muchos besos dados, la delgadez de su cuerpo reflejan dinamismo y lo suave de sus manos, preocupación personal, su mirada irradia calma, pero al mismo tiempo angustia, sus latidos galopan cuando recuerda, cuando lo recuerda, su mente vuela en solitario, fantaseando, se siente viejo, se siente solo, no es feliz , le falta tan poco, le faltó él.

Allá en sus treintas lo dejó ir, desde entonces solo vivió el momento, hasta que esos momentos se distanciaron unos de otros, hasta que se hicieron inexistentes entonces dejó de vivir, y pasó a recordar, a añorar, a lamentarse, a preocuparse de otras cosas, de aquellas del mundo, de las que dan comodidad y vanidad, pero dejó de lado las importantes, las que permiten un sueño reposado y un despertar en compañía. Hoy se lamenta. Dice no arrepentirse, pero sabe que se miente, cree que ya es tarde, yo le digo que no.

Conocí a Mauro por trabajo, y nos hicimos buenos amigos, a veces me llama por las noches y hablamos varios minutos, siempre se disculpa por interrumpir mi sueño, siempre le digo que no hay problema, en realidad no existe tal para mí, pero sé que se atormenta por los suyos, lo escucho atento, no me da chance a hablar, o aconsejar, cree haber alcanzado su plenitud, así en soledad y arrepentimiento, le insinúo que está equivocado, no me deja explicar. Por eso estas líneas, ya que sé que me lee.

Nunca es tarde para hacer lo que uno quiera, sea esto lo que fuese, si el cuerpo ya no nos apoya, siempre habrá alguien (si hemos cultivado), que esté dispuesto a hacer las cosas por nosotros, haciéndolas con nosotros, si es preciso enamorarse, así sea en la madurez, solo hay que permitírnoslos, para cada quien hay un alguien, y si dejamos pasar al supuesto, los giros de la tierra siempre nos proveen de alguien más. Se da, solo tenemos que convencernos de que así es, para mantener la rotación vital que nos permita sonrisas que sigan marcando nuestros rostros, alrededor de los ojos y de los labios, que mantengan la delgadez del dinamismo y acaricien con esa suavidad que se solo proveen nuestras manos.

Pese al invierno que entristece… a sonreír. Un abrazo Mauro.

lunes, 15 de agosto de 2011

De locuRas Y OtrOs ArrebAtos!

De locuras y otros arrebatos,

Peter y Daniel entraban algo temerosos a un hotel miraflorino, eran ya casi las 4 de la mañana, ambos agitados por la secuela de la música electrónica y olorosos a tabaco y algunos otros condimentos, se pararon frente a la recepción, y mirando torpemente a una señorita de lo mas inquisidora, Peter solicito “una habitación doble por favor”, una mueca de picardía se fugaba de sus labios, ella ni siquiera pregunto por el equipaje inexistente, ni por el periodo de la estadía, se limitó a decir, son 150 soles, y a buscar la llave y el control remoto, se puso de espaldas a los huéspedes, y Daniel en un arrebato de excitación, besó apasionadamente a Peter, el beso duró lo que la joven en girar nuevamente, Daniel celebró su astucia, pero Peter le señaló sutilmente el espejo inmenso que se hallaba frente a ellos. Fue difícil disimular el rojo intenso de sus rostros, ella sonrió con complicidad, diciendo, “cuarto piso por el pasillo”.

José viajaba por trabajo, como siempre, Marco, su pareja lo acompañaría en esta ocasión, llegaron puntuales a la estación de buses, dejaron el equipaje en bodega, manteniendo solo una manta delgada, ya que la ruta de noche se hacía algo fría, y subieron al bus que los llevaría en 8 horas a destino, una ciudad de la sierra central en la que la empresa de José abriría una nueva oficina. Eran las 7 de la noche y el bus iba repleto, en la ruta algunos pasajeros de más se apostaron en los pasillos, inicialmente de pie, luego acomodados sobre el piso. La pareja, uno al lado del otro se cubrió con la manta, ambos, juntos, la mano de Marco se entretuvo bajo ella, en la entrepierna de José, la erección fue inmediata y la incomodidad enorme, Marco insistía, las luces estaban aún prendidas, su mano se deslizaba rítmicamente, había desabrochado el pantalón, deslizado el pene de su amante por un costado de la ropa interior, y una vez expuesto, lo masturbaba sutilmente, acelerando el ritmo periódicamente. Las luces se apagaron, y a Marco se le ocurrió bajar, enterró su cabeza bajo la manta, saboreó con esmero a José, llevándolo prontamente al clímax, consiguió arrancarle un gemido sonoro, que fue callado por un “shhhh” en coro de varios de los compañeros de viaje.

Fer llegaba a casa con Maickol, su pareja de esa noche, la casa de Javier había sido el escenario del encuentro, del flirteo, del beso casual, y de una noche de entregas, mutuas, modernas, ahora retornaban Maickol acompañaba a Fer, iban sonrientes por esa callecita deshabitada, silenciosa, domingo de madrugada, cuchichiaban, se reían casi mudos, una vez frente a la puerta, se miraron fijamente, se acercaron, y de la manera más temeraria, juntaron sus labios para fundirse en un beso no negado al deseo, tras unos instantes, se oyó el brusco cierre de la ventana del balcón del cuarto de sus padres, ahí arriba sobre ellos como escenario directo, Maickol se desesperó en soltarse, Fer se sintió perdido, tendría mucho que explicar, y eso no estaba en los planes de esa noche.

Tuto y Michel hacían el amor apasionadamente, el departamento de Michel se hallaba en un segundo piso, el edificio lo habitaban varias familias, padres e hijos, Michel era el soltero, treintón, al que veían con una y otra llegar a casa, y a veces salir muy tarde, en sazón de bebidas o planes o música en tono alto. Su perfil gay era insospechado. Tuto era su amante habitual, usualmente daban rienda a su pasión en hoteles discretos o en casa de Tuto, esta tarde habían coincidió en casa de Michel, y el momento pidió el juego erótico al que siempre se entregaban, la desnudez era plena, y el sudor hacía que sus cuerpos brillasen, Michel estaba en Tuto, quien boca abajo mordía la almohada mientras reprimía gemidos que de no ser por eso serían gritos, de pronto los perros ladraron, y las ventanas vibraron groseramente, el piso temblaba, la música calló por la ausencia de fluido eléctrico y las puertas de los departamentos se abrían y cerraban mientras un sinfín de voces invadía los pasillos para finalmente llegar a la calle. El grupo era enorme, todos se apostaron frente al edificio mientras el temblor se alejaba, y entre el grupo, Michel envuelto en una sábana buscaba a Tuto a quien abandonó prontamente, tras unos instantes, lo vio cubierto con una toalla, mirando el cielo, disimulando, tratando de verse entre perdido y ubicado, la gente se dispersaba y el subió prontamente al departamento, coincidió con Tuto en la entrada, se miraron y rieron, frente a ellos, los vecinos sonreían y comentaban entre dientes, ambos entraron rápidamente, no dijeron nada, retomaron lo pendiente.