lunes, 29 de noviembre de 2010

NeCesItO!


Necesito…

Necesito reencontrarme con tus ojos, en plena suplica de complicidad, sentir el aliento a menta al oler tus palabras, mezclado con pino silvestre fugando de tu cuello y tur orejas, necesito escuchar tus susurros angustiados, pidiéndome de pie y frente a mí, ser profanado, necesito rozarte, palpar tu piel tensa, deslizando mis manos desde el cuello y hacia abajo, haciendo paradas en tus hombros redondos y gruesos, en tu pecho marcado, pellizcando tus tetillas, osando olisquearlas, seguir bajando por ese abdomen plano y surcado, sentir entre mis dedos esa jungla que se hace mas frondosa al sur, encontrarme atrapado por tu pene erecto, fluyendo cristalinamente, estrujarlo con la furia que provee el deseo, dejarlo arriba para coger a sus cómplices, colgantes, relajados, generosos, suaves y ásperos al mismo tiempo, de perfecta forma ovoide, arriesgar la ruta de mis dedos al periné, humedecido por sudor, oliente a ti, necesito encontrar tu ingreso, tenso, corrugado, sentirlo en la yema de mi índice, presionar ligeramente buscando ingresar.

Necesito sentir tu prisa al desnudarte, a mirarme fijamente, a suplicarme con los ojo que te penetre, que te muerda, que te bese, que te haga sentir más hombre que nunca, porque eres hombre, porque solo siéndolo puedes ofrecerme lo que busco y suplicar con la mirada que seas mío, puedo permanecer a la espera, observándote, reencontrándome con esa mirada que esta tarde y mas que nuca, necesito!

jueves, 25 de noviembre de 2010

A Y G


Una delicada contribución,
se publica sin ser modificada,
espero complazca al autor
con gratitud..

from Mexico

CarlosD

A Y G


I
A Y G son dos; A y G son uno solo. Hasta hace poco A era solo parte de las fantasías de G. Locas, insensatas. Pero hoy es real, al fin pudo cumplir su cometido. Con A en la pared, resoplando en su cuello, mordisqueando su oreja mientras que sus cuerpos, uno frente al otro, se expresan el deseo durante años contenido. Veinte minutos y muchos besos después están fuera, caminando tranquilamente por las transitadas calles de la ciudad sin decir palabra.
Imágenes dan vueltas por la cabeza de G, y cada una re abrasa el deseo de regresar a ese recoveco y volver con A al mundo de estrellas fugaces del que acababa de salir. A le observa, y asoma una débil sonrisa de complicidad que G entiende al momento. Ambos se muerden el labio y se miran. A regresa a su ensimismamiento y G desea saber qué es lo que piensa… ¿estuvo bien?, ¿estuvo mal?, ¿aun A le desea?
Suben al vagón del tren, lado a lado sus pieles descubiertas se acarician una contra la otra, G tiene calosfríos y A suelta una risa malvada y vuelve a pasar su brazo contra el de G. A se pone de pié y camina a la puerta, G le observa “¿te arrepientes?”. “No, para nada”; G sonríe, “fue maravilloso”.
De nuevo en la calle, caminan en silencio. En una pared, recargados, están dos púberos succionando sus caras. A y G se miran, enarcan una ceja, sueltan una carcajada y siguen su camino.
Llegan a la tertulia. Separados durante horas por la gallada -así les llama el ecuatoriano-. Ni A ni G sufren, ¿deberían? Al menos G sabe que en algún momento regresarán al lugar indicado.
Lágrimas del cielo caen con soltura, lamentando la valentía de los hombres, G lo comprende y su alma llora con natura. Se empapa de lágrimas, tirita y resopla. No ha estado tan mal.
Dicen adiós a los mortales, hechiceros y brujas, todos condenados a separarse y vivir como esclavos de los impulsos que nunca llegarán a controlar, piensa G cuando los ve a lo lejos antes de perderlos de vista. Se embelesa, “yo también sufriré esa condena”. Mira como A se concentra para elegir el paso correcto que le mojase. El astro rey se esconde lentamente, invisible por grandes edificios y oscuros celajes.
Esperando el transporte, de pie, nuevamente en silencio. G disfruta hablar, discutir y opinar. A es diferente, el silencio es su particularidad. G desespera, pero no tanto, porque es lo que gusta de A, cuando debe hacerlo, lo hace, y de qué manera…
Regresan al lugar de los hechos, y G espera que A le tome de nuevo, como la primera vez, casi sin permiso, eso fue excitante. El muro sigue ahí, inerte, esperando nuevamente con ansia su regreso. G mira el vacío y recuerda cada detalle de su aventura reciente. Siente de nuevo las caricias colmadas de deseo y el lento recorrido de la boca de A. Siente la pasión aumentando más y más. Recuerda los labios de A en su cintura y más abajo. Siente que no puede controlarse.
Abre los ojos, está en la parte trasera de una camioneta, en silencio. La vista un poco nublada. Los latidos de su corazón disminuyen de nuevo y su mente, normalmente en exceso objetiva, le regresa de golpe a la realidad.
A, charla con una mujer joven mientras el vehículo avanza por la ciudad. G no sabe que decir o hacer. Hace una pregunta muy fuera de lugar, se avergüenza y queda en silencio todo el camino.
A ni le mira, eso cree G. teme que todo haya sido un sueño, el simple deseo que se tornó viejo con los años. G piensa, como siempre, es una lástima. Torbellinos con trozos de su vida le trastornan.
Piensa, piensa, piensa…
Vuelve a la realidad. A y la mujer le ven. Instantes después está en la acera, despidiéndose con la mano. Ve por última vez y A le sonrió y se mordió el labio. O eso cree ver.
Camina con la cabeza baja. Entra a su casa, toma el teléfono y marca el único número que se sabe. Una voz femenina se escucha, solo entendida por G. “Bien, solo que creo que me enamoré”.

II

G se recuesta en el sofá, A toma su mano. G tiembla. “¿Qué te pasa? ¿Te sientes mal?”. G niega con la cabeza y enreda sus dedos con los de A. Recostarse en ese sofá ha sido el opio de las tardes. Tan fresco, tan perfecto… G, como siempre, piensa, piensa más de la cuenta. A mira sus manos, que acarician las de G; sonríe, le ve. G suelta una risa nerviosa, Cuan débil puede ser con A. Más de un mes ha pasado. Siguen sin decir nada. Ni una palabra.
Caminan por la calle, en silencio, gente sin rostro los rodean, caminan sin rumbo. Seres sin ojos que intentan mirar.
El tiempo pasa rápido, muy rápido. Torbellinos de colores y sonidos colman cada hora en la ciudad. Todo es tan confuso, G mira con curiosidad, el traqueteo del autobús sacude sus ideas. Figuras borrosas dejadas atrás con rapidez. A no sale de su mente, siempre está ahí, siempre… Día tras día, hora tras hora…
¿Huir? ¿Alejarse? Duele. Punzada en el pecho, una gota recorre su mejilla. “¿qué es esto?”. Sabor amargo, dulce sensación. “¿Esto es sentirse vivo?”. Sospecha. “No me gusta”.
Una joven blanca le espera, cándida. Le besa la mejilla. Le constriñe, fuerte. Caminan en silencio, se miran de reojo. Hace tiempo no se ven, pero todo es como si fue ayer la última vez.
Beben café, risas. Comen pastel, risas. Memorias de antaño, risas. Tic, toc… El tiempo avanzó, rápido como siempre. Despedida: sonrisas, abrazos y promesas.

III

A espera en la banqueta, observa la calle. G viene a lo lejos. Sonríe. A siente acelerado su corazón. “¿qué es eso?” tal vez esté enfermando. Tal vez sea el calor del verano. Siente bien, siente extraño.
G le mira, se miran… Tiempo de silencio. Eso no es raro. Al ras de la banqueta, observando el vacío. Se toman las manos, pero nadie lo nota, nadie lo debe de notar.
Anochece. La velada parece terminar. Las palabras fueron, una vez más. Innecesarias. Un vehículo se detiene al frente. El chofer pregunta una dirección. Ambos le miran confusos. No saben. En esta urbe nadie sabe nada, no tienen idea alguna de donde están.
Caminan al subterráneo. Rozan sus pieles descubiertas. Se miran de reojo… suspiran al unísono. Rubor en sus mejillas. Caminan bajos. Ensimismados.
G se detiene en el umbral de la estación. Le mira. Su corazón late, fuerte. Lo siente, se saldrá por sus oídos.
Siente que debe, es momento. Mira el brillo de la luna llena. Las señales están presentes.
“Sé mi universo”…
“Por siempre”.

lunes, 15 de noviembre de 2010

Sangre y mas...




Sangre.. y mas

Aníbal, No soportó más. Me sacó de la cama un domingo a las 11 de la noche, había estado sangrando durante la última semana, pero el domingo, el asunto fue preocupante, y necesitaba un médico, yo rara vez veo pacientes en franca atención, pero la confianza (o temor a acceder a alguien mas) hizo que acudiera a mi teléfono a esa hora.

A él lo conocí hace un par de meses, un amigo común nos acercó, la conversa fue grata, coincidente en varios temas, y pese a que la intención inicial fue otra, terminamos entablando una amistad que se mantenía vigente mediante el chat.

Aníbal es bajo, como de 1,65 m, grueso, de masa muscular marcada, redondeada, de pelo muy corto y entradas profundas, ojos grandes y cejas gruesas, de mentón azulado, y porte varonil. Es atractivo.

Esa noche, mientras evaluaba sus rincones, las risas del caso, nos hicieron grato el encuentro y con su permiso, cuento detalles, espero que Darío, el causante, no se siente afligido.

Aníbal viene saliendo hace un mes con Darío, de un par de años menos que mi amigo, bordea los 28, es alto, de 1,78, delgado, de pelo corto y crespo, de piel morena, no muy oscura, de cejas ralas, nariz ancha, y labios gruesos y rojizos, de cuello alto, hombros gruesos, pectorales marcados, abdomen plano, vello corto y rizado, recubriendo cada rincón (Aníbal fue muy explícito), las nalgas perfectas y las piernas torneadas, el rostro gentil, y la sonrisa amplia y sincera.

Tras varias salidas, decidieron intimar, y ahí las cosas no funcionaron como tantas idas al cine y a comer. Se juntaron para cenar, se sazonaron con algo de cerveza, y emprendieron ruta hacia un discreto hotel. Aníbal disfrutó de los besos gruesos y húmedos de Darío, nunca lo había sentido tan entregado a ese detalle, mantuvo la luz encendida, no quería perderse su desnudez, y disfrutó del rítmico abandonar de prendas que emprendió su amante de esa noche, su pareja, era hermoso, hasta que descubrió el detalle de su genitalidad, los testículos eran generosos, el vello corto y delineado, el pene muy breve, delgado, afilado, y dirigido hacia arriba. Se sorprendió de las dimensiones, pero se mantuvo atento al desempeño, la arremetida no fue coherente a las caricias iniciales, se mostró acelerado, algo eléctrico, según sus palabras, fue torpe y agresivo, confundió la ruta repetidamente, y causó un dolor exagerado que inhibió el deseo, afortunadamente el fin llego pronto y la tibieza de los fluidos fue esparcida entre el interior y el exterior del la zona manipulada, de las nalgas de Aníbal.

Lo posterior fue incierto, según me comenta, efecto del alcohol seguramente, solo sabe que Darío se vistió y dejó la habitación, Aníbal pasó la noche adolorido, el preservativo, tirado sobre el piso del baño, mostraba groseros rasgos rojizos, y desde el momento relatado, no ha dejado de sangrar.

Toda la semana el teléfono de Aníbal ha sonado, el número de Darío aparecía en la pantalla, Aníbal no se animaba a contestar, el dilema redunda en las contradicciones, una relación de muchos afecto y cuidado, un momento especial para iniciar la intimidad, tras un prudente tiempo transcurrido, un cuerpo perfecto, de un tono de piel gentil, frente a un pene no acorde, un desempeño tonto y al mismo tiempo agresivo, un final cercano al inicio (afortunadamente), poco afecto posterior, y ganas de no contestar el teléfono.
El daño es aparentemente menor, una fisura que calmará con antiinflamatorios tópicos, dieta y ablandadores de heces, pero hay más cosas que reparar. Las cosas se planean repetir, convencí a Aníbal de contestar el teléfono y retomar el tema. Un par de recomendaciones vinculadas a la sinceridad y a menos alcohol, se merecen el chance y espero que la próxima visita me permita concluir la historia, alejada de temas médicos, asociarla más a los detalles propios del motivo de este blog.

viernes, 5 de noviembre de 2010

Cosas, amor .. y mas


Cosas… amor y mas

Javier sonríe mientras toma de la mano a Alejandro, su novio desde hace 10 años, y ambos mirándose el uno al otro, y sonriéndose de modo cómplice, me confirman la pregunta suelta en mesa, Si, si es posible que dos hombres se enamoren—afirma Javier, y retornando la atención a mí, sonríe.

Habían pasado por una crisis, esa era la razón por la que nos veníamos reuniendo desde hace 3 semanas, y por fin, tras esa frase, me di cuenta de que el trabajo estaba resuelto. No es la primera vez que en pleitos de a dos, se involucra un tercero como mediador, no para concretar la separación, sino mas bien para buscar la cercanía, sobre todo cuando este tercero, conoce algo de las formas de reconciliar y si estima viable esa ruta.

Pero es sano intentar reunir lo que aparentemente se ha roto, entre una pareja heterosexual las cosas tienen argumentos diferentes, la prole usualmente es el pretexto más común, seguido del qué dirán?, en el caso de una pareja gay, la cosa es compleja, ya que la prole más dramática es un cachorro, o algún gato, y el qué dirán? Es lo de menos tras todo lo que el resto debe haber dicho ya tras saber de la relación. La razón mas sincera para buscar la reconciliación, es el amor, de ahí la partida, ¿es posible que un hombre pueda amar a otro?

Tras ver los rostros de Javier y Alejandro, me animo a decir que SI es posible, una relación gay puede construirse sobre la base del amor, aunque usualmente, los pilares iniciales de dicha unión, no incluyan ese sentimiento.

Por qué razones un chico sale con otro? Las primera respuesta es generalmente, porque espera meterse a la cama con él, la adolescencia atrevida de hoy, ratifica tal idea. Por qué entonces el chico sigue saliendo con él? Porque le gustó lo que pasó en la cama y probablemente porque además está descubriendo a la persona que está dentro de ese amante. Las cosas pueden caminar partiendo de esos pilares, el deseo y el sexo, pero tras el paso del tiempo, uno puede empezar a extrañar otras cosas, el olor, el tono de voz, el sincero abrazo, el consuelo… se van generando otro tipo de dependencias, la historia gira haciéndose seria, se transforma en amor, y es rico poder darse cuenta de ese cambio.

El tiempo permite asumir retos, el trascender al entorno, a la familia (cuando es posible), al grupo de amigos, a la convivencia, a descubrir los defectos y a perdonarlos, a rescatar sus fortalezas y aprovecharlas al máximo, Alejandro me comentaba que puede pasar todo el domingo tirado en la cama abrazando a Javier, que solo necesita sentir su calor y el ritmo de su respiración, para reparar las fuerzas e iniciar la semana de trabajo con empeño, Javier lo mira con ternura, y me emociono. No han sido los únicos que he conocido y que me han transmitido esa sensación, por tanto si es posible. Es posible amar y dejarse amar, Amor es una palabra más grande aún cuando se trata de dos del mismo género que asumen experimentarlo.
Erick se niega aceptarlo, viene saliendo con un muchacho 3 años menor que él, (Erick tiene 21), me dice que solo es algo pasajero, sexual y fugaz, pese a eso, aun no ha intimado con él, se llaman por teléfono a diario, se cuentan tonterías por las noches, se buscan, se extrañan, sus besos suelen más tiernos que sexuales, sus manos han preferido abrazar que manosear, Erick en porte seguro dice que el amor no es viable entre dos hombres, y no se da cuenta que está latiendo intensamente por ese muchacho al que le envía mensajes de texto, mientras me cuenta que no lo quiere.

Marco amó a Humberto, tanto que lo dejó ir, no podía permitirse obligarlo a vivir bajo sus normas, metidos ambos en un closet más pequeño que una caja de fósforos, cuando la juventud de su pareja de más 4 años, le exigía salir, y ser él mismo, Humberto tenía el valor para hacer eso, Por eso Marco lo dejó partir, el amor no fue tan fuerte, pese a que Marco me lo comenta con los ojos brillosos y su pulso acelerado.

Roberto aceptó a Juan pese a ser distintos, lo ayudó a ser mas grande, y a realizarse, ambos son felices, el amor de Juan, no es solo agradecido, es veraz, aprovechó de lo que la vida le ofreció para dedicarse el resto de la misma a hacer feliz a su pareja.

Poder llorar abrazando y diciendo “ te amo”, mirarse coquetos pese a los años en desnudez sincera mostrando los cambios que nos alejan de la belleza, pero que nos acercan a la perfección, compartir una copa celebrando el paso del tiempo, con la misma ilusión año a año, despertar y arrancar una sonrisa renegona, al estrellar los labios en los de aquel que comparte nuestra cama día a día, reír por sus logros, llorar por su pena, lograr el silencio cuando él necesita solo eso, entregar todo, a cambio de nada, y al mismo tiempo recibirlo todo, sin necesidad de pedirlo, Si pasa, es posible, es amor, y no hace más que ratificar que Amor es una palabra aun más grande, cuando se experimenta entre dos que son del mismo género.