jueves, 25 de noviembre de 2010

A Y G


Una delicada contribución,
se publica sin ser modificada,
espero complazca al autor
con gratitud..

from Mexico

CarlosD

A Y G


I
A Y G son dos; A y G son uno solo. Hasta hace poco A era solo parte de las fantasías de G. Locas, insensatas. Pero hoy es real, al fin pudo cumplir su cometido. Con A en la pared, resoplando en su cuello, mordisqueando su oreja mientras que sus cuerpos, uno frente al otro, se expresan el deseo durante años contenido. Veinte minutos y muchos besos después están fuera, caminando tranquilamente por las transitadas calles de la ciudad sin decir palabra.
Imágenes dan vueltas por la cabeza de G, y cada una re abrasa el deseo de regresar a ese recoveco y volver con A al mundo de estrellas fugaces del que acababa de salir. A le observa, y asoma una débil sonrisa de complicidad que G entiende al momento. Ambos se muerden el labio y se miran. A regresa a su ensimismamiento y G desea saber qué es lo que piensa… ¿estuvo bien?, ¿estuvo mal?, ¿aun A le desea?
Suben al vagón del tren, lado a lado sus pieles descubiertas se acarician una contra la otra, G tiene calosfríos y A suelta una risa malvada y vuelve a pasar su brazo contra el de G. A se pone de pié y camina a la puerta, G le observa “¿te arrepientes?”. “No, para nada”; G sonríe, “fue maravilloso”.
De nuevo en la calle, caminan en silencio. En una pared, recargados, están dos púberos succionando sus caras. A y G se miran, enarcan una ceja, sueltan una carcajada y siguen su camino.
Llegan a la tertulia. Separados durante horas por la gallada -así les llama el ecuatoriano-. Ni A ni G sufren, ¿deberían? Al menos G sabe que en algún momento regresarán al lugar indicado.
Lágrimas del cielo caen con soltura, lamentando la valentía de los hombres, G lo comprende y su alma llora con natura. Se empapa de lágrimas, tirita y resopla. No ha estado tan mal.
Dicen adiós a los mortales, hechiceros y brujas, todos condenados a separarse y vivir como esclavos de los impulsos que nunca llegarán a controlar, piensa G cuando los ve a lo lejos antes de perderlos de vista. Se embelesa, “yo también sufriré esa condena”. Mira como A se concentra para elegir el paso correcto que le mojase. El astro rey se esconde lentamente, invisible por grandes edificios y oscuros celajes.
Esperando el transporte, de pie, nuevamente en silencio. G disfruta hablar, discutir y opinar. A es diferente, el silencio es su particularidad. G desespera, pero no tanto, porque es lo que gusta de A, cuando debe hacerlo, lo hace, y de qué manera…
Regresan al lugar de los hechos, y G espera que A le tome de nuevo, como la primera vez, casi sin permiso, eso fue excitante. El muro sigue ahí, inerte, esperando nuevamente con ansia su regreso. G mira el vacío y recuerda cada detalle de su aventura reciente. Siente de nuevo las caricias colmadas de deseo y el lento recorrido de la boca de A. Siente la pasión aumentando más y más. Recuerda los labios de A en su cintura y más abajo. Siente que no puede controlarse.
Abre los ojos, está en la parte trasera de una camioneta, en silencio. La vista un poco nublada. Los latidos de su corazón disminuyen de nuevo y su mente, normalmente en exceso objetiva, le regresa de golpe a la realidad.
A, charla con una mujer joven mientras el vehículo avanza por la ciudad. G no sabe que decir o hacer. Hace una pregunta muy fuera de lugar, se avergüenza y queda en silencio todo el camino.
A ni le mira, eso cree G. teme que todo haya sido un sueño, el simple deseo que se tornó viejo con los años. G piensa, como siempre, es una lástima. Torbellinos con trozos de su vida le trastornan.
Piensa, piensa, piensa…
Vuelve a la realidad. A y la mujer le ven. Instantes después está en la acera, despidiéndose con la mano. Ve por última vez y A le sonrió y se mordió el labio. O eso cree ver.
Camina con la cabeza baja. Entra a su casa, toma el teléfono y marca el único número que se sabe. Una voz femenina se escucha, solo entendida por G. “Bien, solo que creo que me enamoré”.

II

G se recuesta en el sofá, A toma su mano. G tiembla. “¿Qué te pasa? ¿Te sientes mal?”. G niega con la cabeza y enreda sus dedos con los de A. Recostarse en ese sofá ha sido el opio de las tardes. Tan fresco, tan perfecto… G, como siempre, piensa, piensa más de la cuenta. A mira sus manos, que acarician las de G; sonríe, le ve. G suelta una risa nerviosa, Cuan débil puede ser con A. Más de un mes ha pasado. Siguen sin decir nada. Ni una palabra.
Caminan por la calle, en silencio, gente sin rostro los rodean, caminan sin rumbo. Seres sin ojos que intentan mirar.
El tiempo pasa rápido, muy rápido. Torbellinos de colores y sonidos colman cada hora en la ciudad. Todo es tan confuso, G mira con curiosidad, el traqueteo del autobús sacude sus ideas. Figuras borrosas dejadas atrás con rapidez. A no sale de su mente, siempre está ahí, siempre… Día tras día, hora tras hora…
¿Huir? ¿Alejarse? Duele. Punzada en el pecho, una gota recorre su mejilla. “¿qué es esto?”. Sabor amargo, dulce sensación. “¿Esto es sentirse vivo?”. Sospecha. “No me gusta”.
Una joven blanca le espera, cándida. Le besa la mejilla. Le constriñe, fuerte. Caminan en silencio, se miran de reojo. Hace tiempo no se ven, pero todo es como si fue ayer la última vez.
Beben café, risas. Comen pastel, risas. Memorias de antaño, risas. Tic, toc… El tiempo avanzó, rápido como siempre. Despedida: sonrisas, abrazos y promesas.

III

A espera en la banqueta, observa la calle. G viene a lo lejos. Sonríe. A siente acelerado su corazón. “¿qué es eso?” tal vez esté enfermando. Tal vez sea el calor del verano. Siente bien, siente extraño.
G le mira, se miran… Tiempo de silencio. Eso no es raro. Al ras de la banqueta, observando el vacío. Se toman las manos, pero nadie lo nota, nadie lo debe de notar.
Anochece. La velada parece terminar. Las palabras fueron, una vez más. Innecesarias. Un vehículo se detiene al frente. El chofer pregunta una dirección. Ambos le miran confusos. No saben. En esta urbe nadie sabe nada, no tienen idea alguna de donde están.
Caminan al subterráneo. Rozan sus pieles descubiertas. Se miran de reojo… suspiran al unísono. Rubor en sus mejillas. Caminan bajos. Ensimismados.
G se detiene en el umbral de la estación. Le mira. Su corazón late, fuerte. Lo siente, se saldrá por sus oídos.
Siente que debe, es momento. Mira el brillo de la luna llena. Las señales están presentes.
“Sé mi universo”…
“Por siempre”.

2 comentarios:

  1. Genial este blog. Lo conocí hace poco y le he dedicado bastante tiempo para leerlo minuciosamente. Te felicito. Sin duda, vas para mis favoritos.

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  2. gracias por el comentario... andamos en el esfuerzo de mantenernos vigentes... espero poder estar a la altura..saludos
    CarlosD

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