domingo, 31 de julio de 2011

Peloteando!!

Peloteando..

Tabo terminó de entrenar como cada tarde de viernes, los compañeros del equipo se dispusieron presurosos a retornar a sus casas, él no tenía la misma prisa, caminó lento hacia los vestidores, la mayoría ya salía de ahí cuando él llegó, se sentó frente a su casillero y se quitó las zapatillas, en medias caminó por entre los pasillo, ya no había nadie, retornó a su espacio y frente al pequeño espejo del casillero observó su rostro con detenimiento, el tiempo había sido generoso con él, sus ojos irradiaban fuerza, sus cejas pobladas y pestañas largas, la nariz recta y los labios carnosos y enrojecidos, lo hacían muy atractivo, él lo sabía tenía 24 años, jugaba para un equipo de primera y eso le permitía una vida cómoda en esa ciudad tan fanática del futbol. Se observó por varios minutos, como si esperara algo o a alguien.

Al cabo de un tiempo sintió movimiento en la puerta de los vestidores, notó que se abrió y que luego se cerró poniendo el seguro interiormente, no se sorprendió, se quitó el polo, sudado, y esas medias altas que torturaban unos pies adoloridos, pero cuidados, suaves, de uñas rectas, de dedos largos, escasamente hirsutos, los tobillos afilados, las pantorrillas enérgicas y fuertes, los muslos perfectos, un bello dorado cubría su piel generosamente. Quien ingresó se acercaba a paso lento, el seguía en su faena, dejó caer el short corto con el que entrenaba, y retiró el suspensor, usaba un bikini azul y ajustado, relucía lo generoso de su genitalidad y se marcaba atrás en unas nalgas redondas y endurecidas.

Quien había ingresado lo observaba desde unos metros, continua le dijo, Tabo asintió, y deslizó sutilmente su ropa interior sobre sus piernas, dejándola en el piso tras un paso al costado, estaba desnudo, visto desde lejos, era perfecto, estaba sobre el metro ochenta, atlético, rapado, enrojecido por el entrenamiento, sudado, sucio, macho, quien lo observaba, se desajustó la corbata, se acercó, lo cogió por la cintura y lo besó apasionadamente mientras sus manos bajaban atrás, ajustando las nalgas del pelotero causándole un dolor que le arrancó una imponente erección.

Fernando, como se llamaba el visitante, era directivo del equipo, 42 años, casado, y muy influyente, Tabo era su amante oficial, aquel de las cuatro paredes de ese vestidor, o del departamento en que había instalado al joven deportista, lo que vino después fue agitado, Tabo desvistió a Fernando, dejó el saco estirado sobre un perchero, y el pantalón cuidadosamente doblado en la banca, así desnudos se besaron agitadamente, las manos recorrían con cierta ansiedad cada rincón de sus cuerpos, al cabo de un instante Tabo estaba de rodillas frente a Fernando, su lengua saboreaba ese abdomen ligeramente crecido, se perdía en sus ingles, se detenía en el pene sonrosado, erecto, suave, tibio, ingresándolo a su boca reiteradamente, jugando con sus bolas, rosando más abajo, arrancando gemidos, de pie nuevamente, es girado con torpeza, sus manos apoyadas sobre la pared, las piernas algo separadas, Fernando se preparaba como que apuntando, una generosa cantidad de saliva sobre la mano, la misma que acarició su pene dejándolo listo, luego con ambas manos separaba las nalgas de Tabo, y tras colocar el pene en posición correcta, penetrarlo de un solo viaje. En esa posición concluía la jugada, tras una reiterada fricción una cantidad abundante de eyaculado emergió para depositarse en su interior, arrancando gemidos toscos y relajo posterior.

Caminaron a la ducha, ambos tomaron un baño relajado, la oscuridad invadía ya el ambiente y las luces no se encendían, era perfecto, se besaron mientras el agua caliente golpeaba ambas cabezas, se acariciaron bajo el agua hasta que su piel perdió la textura, es tarde dijo Fernando, salió rápidamente cogió una toalla y recorrió su cuerpo, vistió el traje apresurado, secó su pelo y lo acomodó, besó la frente de Tabo, te veo el domingo le dijo, Ya amor respondió el futbolista, quien a paso lento caminó hacía su casillero para vestirse, y salir del club sonriente, relajado, a continuar con su agenda de viernes. Laura La enamorada, lo esperaba en su casa, la noche recién empezaba.

lunes, 25 de julio de 2011

Fielmente.. infiel

Fielmente Infiel..

Carlos llegó apresurado de la oficina, tiró el saco en el sofá de la habitación, se desató la corbata, y encendió la computadora, se había sentido excitado toda la mañana, no sabía ¿por qué?, se quitó el pantalón, se sentía más cómodo así de fresco, con la camisa remangada, el bóxer ajustado y calcetines de hilo, Carlos tiene 42 años, vive en una casa pequeña en el centro de la ciudad, cómodamente, con Gabriel su pareja de 32 años, con quien comparte desde hace mas de 8 años.

Hurgó en su PC, navegó por rutas que hacía tiempo no exploraba, su idea era encontrar a alguien, sudar esa excitación que lo trastornaba desde hacía ya varios días, no tardó mucho, encontró a varios en la red, muchos fáciles de contactar, simples de satisfacer, Carlos era activo y ellos son los más buscados, hasta que un perfil lo motivó, varonil y discreto decía, y aparecía un teléfono celular, Carlos llamó.

La cita se pactó en una hora, cerca a un hotel discreto por una avenida de lo más comercial, se dieron una pauta para reconocerse, el color de la chaqueta, el modelo de los tenis, que se yo, Carlos no reprimió su excitación, se masturbó con furia y tomó una ducha tibia, se puso unos jeans desteñidos, zapatillas sin medias y un polo oscuro, tomó un taxi y enrumbó.

Al llegar a la esquina pactada, notó la presencia de quien se había descrito en la conversación previa, al menos coincidía la descripción del atuendo, ya que la edad era menor de la esperada, no lucia de 28 si no de de 20, su aspecto lo mostraba más delgado de lo que originalmente supuso, pero su rostro era gentil y su actitud varonil, Carlos le extendió la mano y la notó áspera, lo miró sonreír y vio una dentadura perlada y perfecta, se decidió a dar el siguiente paso, fueron al hotel, pagaron una habitación doble y con baño, ninguno llevaba equipaje, pero el hospedero no se sorprendió. Una vez en el cuarto ambos se miraron fijamente y Carlos le pidió que dejase la luz prendida, me gusta ver le dijo, no hay problema respondió el cómplice, desnúdate, y fue rápido al hacerlo, Carlos estaba tirado sobre la cama, observaba, una erección se proyecto en su pantalón, el muchacho lucía muy bien desnudo, era delgado pero musculado, tenía el cuello largo y una postura orgullosa, el pecho plano, el abdomen marcado, los genitales de bello recortado, un pene alargado y muy estético, al girar notó sus nalgas saltonas, los muslos escasos pero en proporción a sus pantorrillas, el conjunto lucía muy bien bajo el parpadear del fluorescente que no terminaba de encenderse.

Así desnudo, el muchacho se aceró a Carlos, desabrochó su pantalón y lo bajó ligeramente, un pene erecto emergió al instante, grande e imponente , él no vaciló en recibirlo con sus labios, lo acarició con ellos y con su lengua, para luego introducirlo en su boca arrancando gemidos a un Carlos a punto de repetir la entrega tibia que dejó en casa antes de salir al encuentro. Carlos lo distrajo de la faena y lo colocó sobre sí y en horcajadas, era incómodo, se desvistió y repitió la posición se rosaron intensamente, el muchacho intentó besarlo, pero Carlos lo evadió sutilmente, él entendió, las cosas fluyeron. Tras varios giros Carlos se armó de un preservativo y el joven se untó de un cristalino gel diseñado para tales fines, de inició ingresó así, teniéndolo cual jinete sobre sus cintura, el vaivén fue pleno, Carlos estuvo a punto de concluir en varios instantes y frenando a su amante con sutiles mordisqueos en el pecho, luego giraron y las piernas del joven se situaron en los hombros de Carlos, puestos así, el joven gimió con descaro, Carlos lo calló en varias ocasiones, finalmente lo tumbó boca abajo, y lo penetró con cierta violencia, mientras separaba sus nalgas con ambas manos, para permitir un ingreso más profundo, su boca mordisqueaba la espalda, la cabeza del muchacho se internó en la almohada y así en esa posición, percibió el desenfrenado movimiento que se aceleró paulatinamente hasta concluir en un gemido gutural y en el relajo pleno de quien tenía a sus espaldas.

Un instante después, Carlos se retiró de ese refugio tibio y humedecido, caminó hacia el baño y desecho el preservativo, se vistió rápidamente mientras el joven se permitía concluir su faena con una paja avivada por las sensaciones recién experimentadas, Carlos lo dejó en esa ruta y se marchó a casa.

Gabriel lo esperaba cariñoso, se sorprendió de verlo con ese atuendo, te viniste a cambiar? Le preguntó, si, ayudé a un amigo a mudar unas cosas a su nueva oficina, a bueno, me daré un baño, que me siento sucio, ve amor, que te serviré la cena.

Ambos cenaron como siempre, los ojos de Carlos brillaban, estaba calmo, Gabriel dejó los platos tendidos en la mesa, lo acompañó a la cama y se deshizo en besos y caricias, lo desvistió e hicieron el amor con delicadeza y paciencia. Carlos durmió plácidamente esa noche, sus sueños pintaban a un joven delgado y musculado a quien le hacía el amor violentamente, lo tenía tendido boca abajo y le mordía la espalda, el joven desenterraba su rostro de la almohada, lo giraba y le sonreía con placer, tenía el rostro de Gabriel.

domingo, 17 de julio de 2011

Creciendo...

Creciendo …

Hoy sentí tu voz al teléfono, me pedías ayuda, sonabas tan mal, fue fácil, supe que decirte, que hacer, la llamada tardó solo minutos, y ambos nos reíamos. Tras colgar, entendí tu drama, me sentí triste, es terrible sentirse así, esta tarde cuando hablamos, pude entenderte, transmitirte lo que necesitabas, yo ya lo había vivido, mas de una vez seguramente, ningún libro te dice como responder, como ayudar, creo que más vale lo experimentado. A todos nos han engañado, alguna vez, en alguna esfera de la vida, en las vinculadas al amor muchas también seguramente y el tiempo, solo él, nos ha ayudado a reponernos.

Hoy, tuve la calma que necesité desesperadamente cuando adolescente, que me hubiera sacado de muchas en la juventud, y que me da confianza, ahora que he alcanzado la madurez. Frente al espejo veo cada vez menos pelo sobre mi cabeza, tintes plata a los costados y en la barba, he dejado el pelo largo por el corte al ras, he cambiado el menú, incrementando la fibra, dejando de lado la grasa y aquello que pese a saber bien, no me deja conciliar el sueño, o me genera malestar digestivo, he cambiado la diversión nocturna por tardes con amigos y extensas conversas, he dejado la cerveza por el buen tinto, y el alcohol endulzado en cocteles por destilados a hielo y agua.

Creo que he crecido.

Pero crecer no solo me ha vuelto más calmo, ahora no encuentro dramas donde antes me ahogaba, me hacen feliz las cosas más simples, las personas más simples, la belleza se asocia a la salud, mi entorno cercano disfruta de lo que yo disfruto, amo a mi familia con la angustia del temor por no tenerlos, y por eso mismo añoro su compañía y atenciones cuando no están cerca. Encuentro felicidad en este cambio, y agradezco haberlo notado. Aun espero ciertas reconciliaciones personales, las que otorga el amor por ejemplo, o las que precisan legar, pero todo tiene su momento, y sé que el mío, para eso llegará cuando deba hacerlo.

Pues si he crecido, pasé del pantalón en 28 al 32, de la moda a la mesura, de los colores , a mis colores, de la música a mi música, del baile a lo que bailo, de las mezclas a las esencias, del explorar al conocido, de lo variado a lo selecto, del barullo a mis dominios, y es ahí donde sigo creciendo, dentro de mis muros, en mis límites, aquellos que yo mismo grafico y que cada vez se hacen más amplios, porque cada vez las cosas se someten mas a uno, el feudo se expande, y con ello la responsabilidad y al mismo tiempo la calma, mi calma.

Pues claro que crezco, ahora me llaman, me transmiten su desespero, escucho, me emociono para mí, me desespero mentalmente, pero transmito mi tiempo, aterrizo el problema, lo giro en mi pasado, asumo lo resuelto o el daño generado, y lo pinto en los colores ideales, a veces me hacen caso, solo porque he crecido, y porque tras eso, soy capaz, como lo fueron conmigo, de ayudar a crecer, de dejarte hablar, de aconsejar, de influir, de guiar, de retar, de cuestionar, de expresar mi respeto, de halagarte, de decirte que quiero, y que te quiero, de mostrarme grande, viejo, crecido.

No se aun cuanto me gusta lo que me pasa, pero me gusta, me gusta crecer y notarlo, saber que me hace distinto, quizás mejor, que me pone servicial y quizás útil, que me recarga de lo que le acontece al resto, pero que he conocido la fuerza para cargar con eso, que ese peso es el tinte plata de esos pelos, el centímetro demás en mi cintura, la aspereza de mis manos, los pliegues de mi rostro, o las bolsas bajo mis ojos, pero que es grato llevarlo, lo disfruto, insisto, aun no se cuanto, pero mientras este en mis manos seguir la ruta, con gusto seguiré la marcha sabiendo que se viene así como hasta ahora, arrancándome sonrisas mientras crezco.

sábado, 9 de julio de 2011

Refugiado!!

Refugiado,

Mauricio conoció a Gonzalo en uno de esos viajes obligados que realizaba por trabajo, coincidieron en un café, y las miradas reiteradas entre ellos hicieron obvio lo evidente, ambos eran gay, y ambos se agradaban. Mauricio bordeaba los 40, y se conservaba vital, preocupado en sí mismo y al mismo tiempo interesante, virtudes que se sazonan con los años, Gonzalo finalizando sus veintes, de estilo atrevido, sonrisa sana, mirada intensa, formas deportivas, y ansioso de hacer suyo el mundo; terminaron sonriéndose, acercándose e iniciando una amena charla, que terminó en el hotel de Mauricio, en desnudez, desinhibición y torpeza.

La Faena fue extraña, los besos fluyeron con naturalidad, las abatidas por el cuello y orejas arrancaban esos gemidos acalorados y repliegues que transmitían placer a quien los experimentaba, a un inicio ambos parecían entregarse a la misión de dar, pero poco a poco Gonzalo comprendió que debería ceder y delicadamente facilitó a Mauricio el abordaje por bajo su espalda y entre sus nalgas.

El cuerpo de Gonzalo irradiaba juventud y vanidad, el porte mediano, de hombros rectos, de pecho ligeramente musculado, hombros redondos, brazos marcados, abdomen plano pero no delineado, vellos recortados, piernas torneadas y algo gruesas, píes suaves; verlo boca abajo encendía a Mauricio, las Nalgas de Gonzalo eran generosas, de tono apreciable, y entre ellas, su ingreso se marcaba sonrosado, tenso y suave al tacto. Mauricio lo exploró con desenfreno, con sus manos, con sus labios, plenamente.

Para el momento de entrar, el asunto se tornó torpe ya con la protección calzada, la reiterada presión no permitía una penetración cómoda, Gonzalo se incomodaba y pese a su disposición, sus gemidos eran más de dolor que de placer, su erección se desvaneció rápidamente, y pese a que en un momento se inició el rítmico vaivén dentro de sí, escapó al mismo rápidamente, Mauricio no permitió la frustración, y tras esa mala pasada, reinició la exitada y promovió una faena light que terminó humedeciendo de fluidos ambos abdómenes.

Tras lo anterior, surcaron sonrisas cómplices en ambos rostros y una charla en desnudez que se prolongó por horas. El viaje de Mauricio, originalmente proyectado a 3 días, se extendió por 6, y cada tarde, ambos se encontraban en el mismo café, caminaban rumbo al hotel, ansiosos, tiraban la ropa desordenando la simetría del cuarto de Mauricio, y se refugiaban bajo las sabanas, para tocarse, besarse y sin entrar el uno al otro, gastar la tarde en amena charla, sonrisas, consejos y demás calor cómplice.

Esta fue la quinta o sexta vez que Mauricio regresa a esa pequeña ciudad calurosa del norte, ha coordinado con Gonzalo, quien ha reservado la misma habitación, como siempre, son las 4 de la tarde y se encuentran en el café, se miran y se ríen, la chica de la caja los mira y reconoce, la tarde toma un tono cálido de matices naranjas, la habitación del hotel los recibe como siempre, las ropas se dispersan sobre el sofá y el suelo, ambos corren a refugiarse bajo las sábanas, se abrazan, se trenzan, las erecciones se insinúan, los besos recorren labios, cuellos, orejas y las voces empiezan a decir las frases mas veraces que jamás se hayan ofrecido el uno al otro, Te extrañé- yo igual, esta vez tardaste, lo siento, pero acá estoy, lo sé y creo que ahora, no te dejaré ir…

Mauricio me comenta, que no podía explicarme que es lo que realmente siente por Gonzalo, pero que está seguro de que Gonzalo lo ama, he encontrado a alguien que me ama, qué más puedo pedir, me dice, la reunión en la que anuncia la unión está invadida de amigos, todos hemos viajado a esa ciudad pequeña y al norte, hemos invadido ese hotel que les fue cómplice por estos años, y se siente el encanto. Mauricio se instala en otros dominios, lo hace junto a Gonzalo quien le ama, lo veo feliz, y por eso me permito estas líneas usando incluso sus nombres, Un Abrazo fuerte para él, y mis cariños a quien le ha robado tantas sonrisas que ya se marcan en su rostro de modo permanente, Gracias a Gonzalo por darnos la esperanza del saber que si es posible sentirse amado, y de que uno puede amar sin darse cuenta que el solo síntoma es el verse feliz.

sábado, 2 de julio de 2011

Un enlace muy bueno!

Comparto con ustedes un enlace de lo mas interesante, espero le rpesten la atención del caso.

Gracias Tuto! siempre brillante!
CarlosD

http://www.pasionporlavida.org/conoce_mariana.php