Otra vez a mamá!
Marco se apretaba a su lado, mientras sollozaba, ella lo
miraba con los ojos nublados por la humedad de esa tormenta de lágrimas que se
negaba a liberar, él la apretaba escondiendo su rostro sobre su costado, su
cuerpo enorme, de hombre, parecía no caber en esa cama en la que tantas veces se había
refugiado de niño, de adolescente y ahora ya a sus 26, seguía siendo el refugio
natural mas óptimo para esas necesidades del alma, necesidades como la de hoy,
que lo llevaron corriendo a casa de mamá, para llorar a su lado.
Llego a su departamento antes de lo acostumbrado y encontró
a su novio, con quien vivía desde hacía 6 meses besando a uno de sus amigos en
la sala, ambos descalzos, las camisas tiradas sobre la alfombra, y la correa de
uno de ellos desajustada, con el botón del pantalón tentado a liberar la
batalla propia del sexo alocado, pecador y apurado, ellos se sorprendieron, Marco
atinó a decir un par de groserías y a botarlos de la casa, así medio vestidos o
medio desnudos, luego salió apresurado, condujo ofuscado y por esa inercia que
permite la vida, llego a casa de mamá, se instaló a su lado, en la cama en la
que tejía mientras escuchaba la radio y liberó sus lágrimas como un niño.
Era el refugio de siempre, el lugar en que se sintió el
hombre mas débil pero al mismo tiempo mas protegido, el lugar en el que ha humedecido
sus ojos desde que los niños del colegio lo trataban de mariquita y golpeaban al
salir de clases, donde lloró cuando no se entendía, cuando los demás estaban
con ellas y a él le gustaban ellos, donde confesó entre lágrimas que era gay,
donde lamentó mil desilusiones o frustraciones, donde las lágrimas lo hicieron
fortalecerse en sus problemas, donde ahora acudía para encontrar eso mismo,
encontrarla a ella.
El nunca escucho reproches o reniegos, solo sintió unos
brazos fuertes que lo apretaban hacia ese cuerpo cálido lleno de amor, unas
manos que se mezclaban en su pelo en un ir y venir rítmico que conseguía
llevarlo al sueño reparador, un aliento cálido que le susurraba calma, una
energía que parecía hacerlo nacer nuevamente cada ve que acudía a ella. Ese refugio
incomparable que solo era posible en la compañía de ella, porque era de ella,
porque era ella misma.
Que habría sido de él sin ella… que sería de él sin ella…
que será de él cuando ella no esté ella…
Tras el sueño, ella lo anima con una tasa de te caliente, lo
invita a dormir en casa esa noche y a dejar para mañana, con mas luz, ese
sentir estúpido del desencanto, esa conversación pendiente, ese fin que ella
promueve como un nuevo inicio, en alguien mas fuerte, con mas experiencia, en
su hijo, a quien ama de esa única forma que conoce, como una madre ama a un
hijo.
El mira, y sonríe, como siempre… no tiene que agradecer
nada, así es su suerte, le toco ella.. y es feliz por eso, es feliz pese al
amargo momento vivido, pese a todo.. ella basta …
Feliz día para ella, para ellas… Nuestras mamás..
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