Reflexiones intimas
III
III
Jano estaba sentado en el patio, con los ojos cerrados, presionaba fuertemente sus parpados para que las lágrimas no fugaran de sus ojos, se sentía extraño y no precisamente muy bien, se repetía internamente ¿qué me está ocurriendo?, no puede ser, ¿por qué yo?, y no tenía respuestas claras, yo creo que no existen esas respuestas.
Jano se sentía confundido, pero esa confusión rondaba en los márgenes de su sexualidad, nunca había dudado de su rol, era un niños tranquilo y varonil. Los vellos había empezado a surgir por varios sitios, sus pene había aumentado de tamaño, aún no era lo que él esperaba, pero asumía que iba en ese camino, sus testículos se entumecían paródicamente, habían crecido y la piel que los recubre se había oscurecido, la voz le cambió, y apareció una tenue barba, creció, y las niñas lo miraban distinto, pese a que el reconocía ser aún indiferente a ellas; Pero estas cosas externas, iban divorciadas de lo que sentía en ese momento, Gabriel lo atraía, se sentía avergonzado al verlo, pero extrañaba hacerlo, ese cosquilleo abdominal aparecía cuando sabía que se encontrarían, le agradaba como se veía, vestía, olía, hablaba, hasta como lo miraba, y esas sensaciones le causaban un sentimiento de culpa indescriptible.
Jano había vivido en una ciudad grande, había paseado con sus amigos por las calles y observado a esos extraños tipos vestidos con atuendos femeninos, exageradamente maquillados , con zapatos de tacón muy alto y cortas faldas, él no era así, no podía ser, o visto a jóvenes que caminaban de la mano con otros, vestidos de ropa muy actual, pantalones de jean despintados, de tiro muy corto, o a la cadera, sandalias playeras, y camisetas cortas, de cuello en “V” algo desbocado, de pelo corto y brillante, de puntas arriba, con notorios amaneramientos, y él no era así, no podía serlo, cuantas veces él y sus amigos, realmente más sus amigos, se habían burlado de estas personas, haciendo alusión a su atuendo femenino, o a sus disfuerzos, cuantas veces él había huido de las miradas descaradas de estos jóvenes al cruzárselos por la calle, esas miradas que lo desvestían, y le insinuaban un encuentro diferente, de mucho morbo y más. Cuantas veces había oído a su padre hablar de algún compañero de oficina, cuarentón y soltero, que vivía con otro y que eran “pareja”, siendo su conducta laboral y social “aparentemente” adecuadas, nunca entendió si el timbre de voz que manifestaba su padre al hablar de ellos era bueno o era malo, solo sabía que era extraño, y que se hablaba lo mínimo respecto a esos temas. Cuantas veces había oído a un actor famoso, en una película de temática gay, decirle a su hijo que prefería tener una hija prostituta que un hijo maricón. Esas cosas no le podían estar pasando a Jano, él no podía estárselas preguntando ahora.. Todo debe ser un error, o así será la adolescencia, el equivocado debe ser Gabriel.
Presionaba más sus parpados, pero las lágrimas llegaban a salir, y se discurrían por esa piel tierna de sus mejillas, hasta sus labios, hasta su cuello, no eran pocas, lo hacían sollozar.