Llegó algo agitado al hotel, se hallaba de viaje por trabajo
y algo lejos de casa, intentó comunicarse y solo lo recibió la contestadora, la
corbata voló por los aires y el saco cayó sobre la alfombra, encendió el televisor en el canal de noticias, estaba
estresado, pero la noche que ponía fin a ese día, lo hacía también a ese
bendito evento laboral. Apagó la tele.
Se comunicó con la administración y solicitó un termo de
agua caliente, una tasa y manzanilla. Era el momento para entregarse a unas
copas, pero prefirió el retiro y refugio que le ofrecía el cinco estrellas que
la compañía proporcionaba. Encendió la portátil
y soltó música, su música, P. Nutini, J. Mraz, en fin, de esa línea, encontró
el libro que tenía a medias y se dirigió al baño, empezó a llenar la bañera con
agua caliente, colocó todas las sales que encontró, y una vez que llegó el
agua, se preparó una infusión endulzada, y así desnudo se introdujo con
cuidado, teniendo siempre a la mano una toalla para secar sus manos y
permitirse leer hasta que el agua se enfriase.
El volumen de la música era perfecto, el calor del agua se
combinó fácilmente con el propio, los espejos se empañaron, la luz era tenue,
pero una lámpara iluminaba las páginas
que fluían fácilmente entre sus manos, leía a Gordon, una novela que forma
parte de una saga de historias médicas de diferentes épocas, se distraía con su
piel desnuda; en varias ocasiones introdujo sus manos y se tocó coquetamente entre
las nalgas, el periné , jugó con su escroto relajado, para detenerse
ampliamente en su pene flácido y extendido, de glande expuesto, sonrosado, magnificado
por el agua, cuando una erección se proyectaba
retomaba la lectura, no se permitía los juegos, la idea era relajarse.
Habrá permanecido en esa escena unos 20 minutos, la música seguía
sonando, la sentía más cerca, la novela descansaba sobre el banco puesto cerca
a la tina, sus ojos estaban cerrados y
en su mente se dibujaban gratos recuerdos, sonrisas, voces, piel, calor y
pasión.
Lo tenía muy presente, el tono de su piel, su pilosidad
fina, sus rulos sobre el rostro, los hombros afilados, el pecho plano y el
abdomen inexistente, su juventud, sus nalgas saltonas, sus genitales en
perfecto juego a su anatomía, sus pies, su olor, su timbre de voz, su tiempo
juntos, su ausencia.
La erección se hizo rebelde, se tocó con picardía, se
ocultaba entre la espuma, escapando de alguna mirada inexistente, se reía para
sí, era un niño explorándose por primera vez, se veía atrevido, enorme, dueño de un dominio inmenso, siguió tocándose,
una mano friccionaba el pene con tosquedad, mientras que la otra recorría su
abdomen, ya no tan plano, su pecho algo blando, se deslizaba por sus caderas,
llegaba a esas nalgas casi inexistentes, hurgaba por el periné para encontrarse
con esa otra mano, ahí, en la zona de acción, pese a sus años, que ya habían superado los cuarenta, aún se
sentía vivo, capaz de jugar con el recuerdo de quien se encuentra a la distancia, pero a quien recuerda, a quien
quiere; capaz de retomar ese entretenimiento adolescente pero ya sin
sentimientos de culpa.
Al cabo de un instante una estela blanquecina se dibujó
entre el agua, su cuerpo se relajó bruscamente, su frente sudaba, y una sonrisa
sardónica se dibujaba en sus labios. Desaguó la tina y encendió la ducha fría, se enjuagó calmado,
se secó con agilidad, tiró las toallas, y se refugió desnudo entre unas sábanas
blancas muy suaves, para retomar la acción en sus sueños, intentando eliminar
el tiempo y acortar las distancias que lo separan de él, a quien extraña y
quien ama.
Hermoso relato!
ResponderEliminarwow..!! eres un genio..!! muy linda historia..! bueno.. te dije..soy tu seguidor N° 1 !
ResponderEliminarGnz
k linda historia me encanta , ta weno :)
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