viernes, 7 de octubre de 2011

Solo y para El.

Solo  y para él.
Llegó algo agitado al hotel, se hallaba de viaje por trabajo y algo lejos de casa, intentó comunicarse y solo lo recibió la contestadora, la corbata voló por los aires y el saco cayó sobre la alfombra, encendió el  televisor en el canal de noticias, estaba estresado, pero la noche que ponía fin a ese día, lo hacía también a ese bendito evento laboral. Apagó la tele.
Se comunicó con la administración y solicitó un termo de agua caliente, una tasa y manzanilla. Era el momento para entregarse a unas copas, pero prefirió el retiro y refugio que le ofrecía el cinco estrellas que la compañía proporcionaba.  Encendió la portátil y soltó música, su música, P. Nutini, J. Mraz, en fin, de esa línea, encontró el libro que tenía a medias y se dirigió al baño, empezó a llenar la bañera con agua caliente, colocó todas las sales que encontró, y una vez que llegó el agua, se preparó una infusión endulzada, y así desnudo se introdujo con cuidado, teniendo siempre a la mano una toalla para secar sus manos y permitirse leer hasta que el agua se enfriase.
El volumen de la música era perfecto, el calor del agua se combinó fácilmente con el propio, los espejos se empañaron, la luz era tenue, pero una  lámpara iluminaba las páginas que fluían fácilmente entre sus manos, leía a Gordon, una novela que forma parte de una saga de historias médicas de diferentes épocas, se distraía con su piel desnuda; en varias ocasiones introdujo sus manos y se tocó coquetamente entre las nalgas, el periné , jugó con su escroto relajado, para detenerse ampliamente en su pene flácido y extendido,   de glande expuesto, sonrosado, magnificado por el agua, cuando   una erección se proyectaba retomaba la lectura, no se permitía los juegos, la idea era  relajarse.
Habrá permanecido en esa escena unos 20 minutos, la música seguía sonando, la sentía más cerca, la novela descansaba sobre el banco puesto cerca a la tina,  sus ojos estaban cerrados y en su mente se dibujaban gratos recuerdos, sonrisas, voces, piel, calor y pasión.
Lo tenía muy presente, el tono de su piel, su pilosidad fina, sus rulos sobre el rostro, los hombros afilados, el pecho plano y el abdomen inexistente, su juventud, sus nalgas saltonas, sus genitales en perfecto juego a su anatomía, sus pies, su olor, su timbre de voz, su tiempo juntos, su ausencia.
La erección se hizo rebelde, se tocó con picardía, se ocultaba entre la espuma, escapando de alguna mirada inexistente, se reía para sí, era un niño explorándose por primera vez, se veía atrevido,  enorme, dueño de un dominio inmenso, siguió tocándose, una mano friccionaba el pene con tosquedad, mientras que la otra recorría su abdomen, ya no tan plano, su pecho algo blando, se deslizaba por sus caderas, llegaba a esas nalgas casi inexistentes, hurgaba por el periné para encontrarse con esa otra mano, ahí, en la zona de acción, pese a sus años,  que ya habían superado los cuarenta, aún se sentía vivo, capaz de jugar con el recuerdo de quien se encuentra  a la distancia, pero a quien recuerda, a quien quiere; capaz de retomar ese entretenimiento adolescente pero ya sin sentimientos de culpa.
Al cabo de un instante una estela blanquecina se dibujó entre el agua, su cuerpo se relajó bruscamente, su frente sudaba, y una sonrisa sardónica se dibujaba en sus labios. Desaguó la tina  y encendió la ducha fría, se enjuagó calmado, se secó con agilidad, tiró las toallas, y se refugió desnudo entre unas sábanas blancas muy suaves, para retomar la acción en sus sueños, intentando eliminar el tiempo y acortar las distancias que lo separan de él, a quien extraña y quien ama.

3 comentarios:

  1. wow..!! eres un genio..!! muy linda historia..! bueno.. te dije..soy tu seguidor N° 1 !

    Gnz

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  2. k linda historia me encanta , ta weno :)

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