martes, 28 de junio de 2011

Adios a Papá

Adiós a papá,

Son casi las 2 de la mañana, el día ha sido de lo más bravo, los lunes suelen ser así, pero por más que doy de giros en la cama, no concilio el sueño, espero que tras calmar la conciencia colgando esta entrega, pueda dormir calmadamente.

Jaime tuvo en su padre a un amigo complejo, fue al comienzo el peor de sus compañeros de vivienda, pese a ser Jaime quien usurpaba, en su rol de hijo, el dominio paterno, para convertirse con el tiempo en su mejor amigo, en su protegido, amándolo hasta estos días, cuando aun lo llora gratamente, porque la vida le permitió haberlo tenido.

De niño en casa fue mamá quien solapó sus travesuras, su timidez, su delicado gusto, los golpes y demás feas historias escolares, su padre ausente por trabajo, o en negación a lo más obvio. Jaime no era el varoncito ideal, odiaba el futbol, no participaba en las disciplinas deportivas del colegio, no iba a las fiestas, no tenía amigos y mucho menos amigas, la adolescencia se la pasó encerrado, escuchando una música diferente, con un estilo algo oscuro de ser, de vestir, de enfrentar las cosas. En casa resolvía los conflictos de modo simple, nunca discutía, solo cedía en silencio y se retiraba a su habitación, su reino.

Mamá siempre estaba ahí consolando, dando explicaciones tontas a la conducta de papá, enjugando las lágrimas calladas de su hijo, su único hijo, lágrimas que invadieron el alma de Jaime cuando tuvo que ver partir a mamá tras una triste enfermedad, acaba de concluir la universidad, sabiendo que jamás se dedicaría a esa ingeniería estudiada a la fuerza, concentrado en sus trazados y pinturas. En silencio, acompañó a su madre en su padecer, toleró a su padre en sus frustraciones y finalmente la dejó ir sin resentimiento, como que esa parte de la vida que llegó antes de lo previsto, pero que estaba escrito se sucedería así, papá cambió desde ese día.

Empezó a observar a Jaime, le hacía preguntas breves, su jubilación le daba tiempo y espacio para invadir al hijo, no criticaba lo obvio, ni a sus amigos amanerados, ni esos detalles del atuendo que lo delataban gay, lo oía llegar tarde a casa para poder recién conciliar su sueño, sin reclamarle siquiera, le preguntaba reiteradamente si era feliz, transmitiendo el temor que sentía por aquello que tendría que enfrentar su hijo, por ser diferente.

Jaime cambió, creo que creció. A sus treinta estaba en casa, tranquilo, montaba algunas exposiciones en galerías pequeñas, y alguna venta le permitía comodidad por varias semanas, su padre se convirtió en su amigo, lo escuchaba entusiasmado contarle sus éxitos, o las anécdotas de su cotidiano actuar, de a quién había conocido, o del cómo lo recibieron en la academia donde en enseñaba arte, o de lo gay que resultaba ser su jefe, se mofaba diciéndole : papá, ese es más loca que yo, y parece no darse cuenta. Su padre lo miraba con brillo en los ojos, su corazón latía con un orgullo peculiar.

Los últimos años, los veía regresar a casa por las tardes, aquel hombre fuerte y altivo, convertido en un anciano encorvado, calvo y de débil paso, pero protegido por la seguridad de quien lo lleva del brazo, de su hijo Jaime, el artista, su orgullo, aquel a quien por suerte la vida le permitió conocer, y amar de verdad, a quien no tiene nada que reprochar, de quien solo podría decir palabras cálidas y de gratitud, quien lo acompañó hasta esos últimos días de extrema dependencia, de pañal, papilla y desmemoria, de amor y mucho más, de todo aquello que es difícil de explicar pero que existe, y que es igual, para cualquier hijo para con su padre, y que si muchos padres entendieran, no se perderían, de esa oportunidad de ser queridos y querer a un hijo gay, como lo fue Jaime y como muchos otros miles que no tienen esa oportunidad.

viernes, 17 de junio de 2011

Que FriO!!

Que frío,

A veces uno escucha cosas que parecen ser poco entendibles, las crees porque son el clamor de alguien afligido, pero tu teoría se escapa de las manos, porque la vida es otra cosa, no está en ningún tratado, solo pasa, y hay que tomar las medidas que sean necesarias, según se vaya dando.

Mario tiene 24 años, y nunca ha sentido esa plenitud que todos cuentan, cuando tienen un orgasmo, al menos esa es su historia, me dice que ni en las masturbadas adolescentes llegaba a estremecerse como notaba lo hacían sus compañeros de aula, cómplices de esa fricción reiterada en el cuarto de alguno de ellos, con las revistas insinuosas extendidas sobre la cama. Notaba el fin por el eyaculado, y la siguiente flacidez, pero ni cosquillas, ni calambres, ni visión borrada, ni gemidos adicionales, ni extensiones arbitrarias, nada. Y me reclama un por qué? Con exageración, y francamente, no sé qué decirle.

Se inició sexualmente a los 18, es gay, ese no es el problema, lo hizo con un compañero de la universidad, de un año menos que él, fue torpe, sazonado con alcohol, y algo rápido, en el baño de la pensión, ambos de pie, sin protección alguna, pero con mucha arrechura, lo miró, lo beso, lo palpó, lo hizo girar e introdujo su erección entre las nalgas del muchacho, el vaivén fue breve, cuando notó al joven eyacular generosamente sobre sus pies, en ese momento él hizo lo propio, pero no sintió nada, el cómplice de esa tarde lo miró agradecido, emocionado, trastornado, casi convulsionante, el placer había sido extremo, pero Mario no sintió nada.

La hizo de pasivo en varias ocasiones, una de ellas con un profesor de la universidad, un tipo de casi cuarenta, de la cátedra de historia del arte, un pata vivido, divorciado, y conviviente ahora con un tipo como él pero menor, fue extraño, quizás emocionante, en su oficina, sobre la mesa, en el piso, de pie, contra un librero, a media luz, con el ruido del gentío en los pasillos, el profesor tenía la resistencia de un chiquillo, y lo flexionaba de las formas más locas y que jamás había experimentado, disfrutó del juego, y de las frases obscenas de su maestro, de esa amenaza reiterada “ya? Nos venimos?”, no podía sino si no consentir, sabiendo, que esa vez y como siempre, no llegó a sentir nada, salvo calambres incómodos, y dolor posterior por ese exceso de fricción al látex, propia de una maniobra larga y de lo más variada.

Qué hago? Me dice, me odio por eso. Yo odio la idea, me asusta, no sé qué pensar, agradezco el don del placer, no sé si la vida sería tolerable con esa ausencia, creo que no, vida tal cual nos toca se puede borrar por instantes al sentirse llegar, y bastan esos segundos para retomar las cosas, para reiniciarnos, para resolver lo que venga, es una recarga que pese a que nos agota, nos revitaliza sonriente para seguir adelante. Mario, no sé qué decirte, ahora no se qué escribirte, hay ocasiones bizarras, en las que el placer se alcanza distinto, quizás sea el caso, por eso hay variantes sexuales a montones, esos casos, que para algunos suenan ilógicos, pueden resultar en felicidad sexual para otros. Habrá que escribir sobre aquello, pero será motivo de otra entrega.

jueves, 9 de junio de 2011

El se Casa!

El se casa

El café humeaba sobre la mesa, la energía eléctrica se había ido, y no podía observar al detalle sus gestos, su voz era precisa, me permitía entender sus sentimientos, pretendía fingir calma, pero no lograba su cometido, Manuel estaba muy triste.

Esa mañana se había enterado de que Gustavo, el hombre que marcó su vida, se casaba.

Ellos se conocieron 5 años atrás, en casa de un amigo, quien los presentó e insinuó la disponibilidad de ambos, algo así como un Cupido alcahuetón, fue éste mismo amigo, quien esta vez le trasmitió la noticia, Manuel no podía creerlo.

Ellos tuvieron una relación de casi 4 años, vivieron juntos más de 3, si bien es cierto el perfil de Gustavo lo dibujaba como un tipo muy discreto, su familia ni entorno más cercano sabían de su opción sexual y a sus 30 años no levantó las mínima sospecha, pese a que durante esa época compartía el departamento con un “amigo” : Manuel.

Manuel era un tipo menor que él, andaba en sus veintes cuando se conocieron, fue deslumbrado por este arquitecto de juvenil apariencia, de cabeza rapada y barba, de formas atléticas, de talla militar y de conversación abierta, él nunca había estado con un hombre, se reconocía gay, pero, no había experimentado la parte íntima de la opción, Gustavo fue el primero, y fue casi perfecto, vino tinto, música de Abba, desnudez perfecta (pese a la timidez de Manuel, a su porte asténico poco sexual según se define él mismo), Gustavo fue tierno, comprensivo y tolerante a las negativas iniciales de su cómplice, pero el tiempo hizo que esos espacios se conviertan en la máxima expresión de sexualidad, de que lo permitido e imaginado se haga abiertamente, de la exclusividad probada, de la fantasía realizada, de amor y ternura además.

Manuel se ratificó gay una y mil veces, lo hizo gustoso frente a Gustavo, él fue el amor de su vida, lo será siempre en su mente, y hoy, después de todo lo compartido y pese a que el final fue de lo mas diplomático, no comprende por qué Manuel se casa, él no ese, no lo imaginaba así, no entiende, aun lo añora, sus esperanzas fugan, y esta noticia lo aterriza de golpe al asfalto y lo hunden en una tristeza que no necesita explicar, que se muestra en su rostro, en sus manos en los bolsillos, en su mirada al piso, en su paso lento, en sus ojos inyectados y en suspiros reiterados. Lo entiendo, pero no hay mucho que hacer, solo escucharlo, permitirle hablar, desatar esa angustia, recordarle lo feliz que fue, y plantearle la posibilidad de rehacer lo vivido, con alguien más, si amar es así de perfecto, no tiene porque ser exclusividad de ciertas personas, existe la oportunidad en mil mas, de que las cosas se repitan, de que incluso sean mejores, de que sean, idealmente, eternas.

Gustavo es un gran amigo, se casa por calmar su conciencia, me dice “he encontrado a alguien que me ama, que más podría pedir uno en la vida”, yo lo veo, y sus ojos no brillan, qué opinar al respecto si no ha pedido consejo, está pensado, convencido al respecto, no le menciono lo de Manuel, para qué? Cambiarían las cosas? Sé que no, cada quien tomó su rumbo, no sé si volverán a cruzarse, asumo que sí, el mundo es pequeño, y espero que cuando pase, no exista un reproche a sus decisiones, no lamenten la vía tomada, que tengan la chance de ser felices, y de sonreír intensamente por la felicidad del otro.

miércoles, 8 de junio de 2011

toleren mi ausencia!

A veces se me da una ausencia total de inspiación, tengo algunos títulos en mente, pero no despliegan las líneas que los convierten en algo capaz de entretenerlos, discúlpenme por eso, asumo que ademas esa ausencia de ideas  es causal de mis frustraciones.

Estos días, el trabajo me mueve a Lima... asi que espero encontrar nuevos argumentos.

saludos a quienes me siguen!!!!

CarlosD