Cerca a mí..
La noche era fría, las calles poco iluminadas, el camino interminable y yo ausente, a pasos lentos, mirando todo y viendo nada, mis ideas superpuestas.. Me nublaba a mí mismo, a veces pasa, te vi a lo lejos, y fugué de mi complicado mundo, estabas sonriendo, muy rodeado, pero destacabas, no pude dejar de contemplarte, irradiabas esa luz que necesitaba, te busque con la mirada, y me complací de haberte encontrado.
Diste unos pasos y me saludaste con un abrazo, te olí, eras tú, tu aroma jamás disimulado por alguna fragancia extraña, emanabas un sabor a calma, a simplicidad, a tristeza relegada, a ternura, te pedí compañía y decidiste andar a mi lado.
En la marcha, me dedique a observarte, tu paso lento y acompasado, tratando de acoplarse al mío, las manos en los bolsillos, solo refugiadas, sin buscar nada en ellos, tu porte alto, esa gorra deportiva que jamás dejabas, tu sonrisa amplia y silenciosa, mostrando el marfil alineado de tus dientes, tu atuendo deportivo contrastaba con ese gusto delicado por aquello que suele hacerse difícil de conseguir, no niego que delataban tus formas, el buzo, resaltaba el tórax ancho y angosto de cintura, las caderas rectas, y las nalgas redondeadas, intentando fugarse hacia atrás, tensando el pantalón, tu genitalidad relajada, insinuante, las piernas engrosadas y los zapatos deportivos.
Esa tarde andamos varias cuadras, le dimos un par de vueltas a mi casa, no quería llegar, necesitaba esa marcha, necesitaba tu compañía, adoraba esos oídos dispuestos a ahogarse en mis lamentos, y ese tono de voz tan franco, de pocas palabras, pero todas ellas cómplices y reconfortantes. Oscurecía, llegamos a mi casa, te acercaste a mi oído y antes de dejarme, sonreíste, me recordaste que te encantaba estar conmigo así, para serme útil de la forma en la que eras experto, marchaste de regreso, y al aun estar cerca volteaste sonriente, me miraste, El llegaba y parece que arrepentido, te lo dije me susurraste y sonriendo emprendiste la marcha de retorno. Te extraño.
(con el cariño de un amigo, para aquel a quien conocí escasamente, pero que por lo rodeado, me convenzo, que fue mejor persona, gran amigo, sano compañero y mejor hombre, Tu partida nos llena de tristeza, pero nos reconforta el estar convencidos de que tu nueva morada es divina y digna de aquello que sembraste cerca a nosotros. Una oración por ti Willito)
La noche era fría, las calles poco iluminadas, el camino interminable y yo ausente, a pasos lentos, mirando todo y viendo nada, mis ideas superpuestas.. Me nublaba a mí mismo, a veces pasa, te vi a lo lejos, y fugué de mi complicado mundo, estabas sonriendo, muy rodeado, pero destacabas, no pude dejar de contemplarte, irradiabas esa luz que necesitaba, te busque con la mirada, y me complací de haberte encontrado.
Diste unos pasos y me saludaste con un abrazo, te olí, eras tú, tu aroma jamás disimulado por alguna fragancia extraña, emanabas un sabor a calma, a simplicidad, a tristeza relegada, a ternura, te pedí compañía y decidiste andar a mi lado.
En la marcha, me dedique a observarte, tu paso lento y acompasado, tratando de acoplarse al mío, las manos en los bolsillos, solo refugiadas, sin buscar nada en ellos, tu porte alto, esa gorra deportiva que jamás dejabas, tu sonrisa amplia y silenciosa, mostrando el marfil alineado de tus dientes, tu atuendo deportivo contrastaba con ese gusto delicado por aquello que suele hacerse difícil de conseguir, no niego que delataban tus formas, el buzo, resaltaba el tórax ancho y angosto de cintura, las caderas rectas, y las nalgas redondeadas, intentando fugarse hacia atrás, tensando el pantalón, tu genitalidad relajada, insinuante, las piernas engrosadas y los zapatos deportivos.
Esa tarde andamos varias cuadras, le dimos un par de vueltas a mi casa, no quería llegar, necesitaba esa marcha, necesitaba tu compañía, adoraba esos oídos dispuestos a ahogarse en mis lamentos, y ese tono de voz tan franco, de pocas palabras, pero todas ellas cómplices y reconfortantes. Oscurecía, llegamos a mi casa, te acercaste a mi oído y antes de dejarme, sonreíste, me recordaste que te encantaba estar conmigo así, para serme útil de la forma en la que eras experto, marchaste de regreso, y al aun estar cerca volteaste sonriente, me miraste, El llegaba y parece que arrepentido, te lo dije me susurraste y sonriendo emprendiste la marcha de retorno. Te extraño.
(con el cariño de un amigo, para aquel a quien conocí escasamente, pero que por lo rodeado, me convenzo, que fue mejor persona, gran amigo, sano compañero y mejor hombre, Tu partida nos llena de tristeza, pero nos reconforta el estar convencidos de que tu nueva morada es divina y digna de aquello que sembraste cerca a nosotros. Una oración por ti Willito)