El Profesor y el alumno
(Colaboración de CD)
Javier ha sido convocado a enseñar en una escuela de postgrado de una conocida universidad en provincia, bueno debe desplazarse cada dos fines de semana, desde Lima hasta Arequipa, distancia corta con la nueva ruta aérea y comodidad consecuente. Aceptó gratamente, además que el pago y la experiencia profesional no son nada despreciables, él es psicólogo de profesión, especialista en psicología del adolescente, campo que exploró en varias universidades europeas gracias a una beca integral.
En su primera visita al sur, sintió la necesidad de explorar la ciudad y su noche, llegó el viernes por la tarde y sus labores académicas se iniciarían el sábado tras el almuerzo, así que cómodamente podría transgredir esa noche.
Javier tiene 30 años, es un tipo muy tranquilo, ha terminado recientemente un noviazgo de más de 5 años, y nuevamente ha empezado sentirse libre, es pausado, fanático de la lectura y del alternativo en inglés, idioma que domina ya que su formación incluyo una estancia de un años en Londres; esta noche se siente diferente, lejos de su entorno, por tanto, anónimo, capaz de hacer las locuras mas ocurrentes y no sentir culpa, la ciudad ofrece en una única calle, una diversidad de opciones, bares, pubs, discotecas, y demás espacios, Javier es guapo, y esa tarde se dedicó a resaltarlo, se cortó el pelo, el cual usa normalmente largo, posee risos que se proyectan sutilmente sobre las orejas y la frente, la piel canela luce algo bronceada por el verano que acaba de concluir, posee ojos inmensos, muy expresivos, color caramelo, de pestañas risadas naturalmente, nariz recta, labios gruesos, un rostro varonil de mirada cautivadora, practica el tenis con regularidad , por lo que su cuerpo se halla en forma y ha heredado del padre unas nalgas que de pequeño lo avergonzaban, pero que hoy sabe que atraen más de una mirada, de ellas y de ellos también.
Un jean desgastado, un polo con cuello y de color celeste ajustado y corto, zapatillas de lona, el pelo humedecido, la barba ligeramente crecida, una fragancia a hierbas, chicle y a caminar por esa calle descrita.
Eran las 11 de la noche y se hallaba frente a la barra de un bar muy simpático, andaba por la cuarta cerveza tras dos de tequilas, un joven se acerca y lo interroga, Javier no recuerda mucho de la conversación, solo recuerda que hubieron muchas risas, la música no permitía hablar cómodamente, el chico era muy atractivo, alto, moreno, de pelo al ras, contextura mediana pero formada, Javier sintió una serie de sensaciones extrañas, mil veces vio a los hombres con ojos distintos y hasta con deseo, pero esta noche se insinuaba, lo rosaba, ignoraba al resto, total, él no existía en aquella ciudad, los tragos seguían circulando.
Manuel, como dijo llamarse este acompañante, se dejó seducir, o sedujo, y consiguió una retirada en pareja, al hotel de Javier, a donde llegaron pasadas las 4 de la mañana y en donde amanecieron entre roces desnudos caricias e intentos frustros de penetrar espacios no explorados, Javier tiene en su mente las forma tan perfectas de Manuel, sus nalgas, los muslos, el pubis depilado, el pene emergente tanto o más grande que el propio, los testículos colgando en la tibieza de la cama, las palabras sin sentido, el olor a menta y a alcohol, el sueño y el despertar acompañado de un pecado de la casualidad.
Al verlo por la mañana, lo despertó suavemente y le solicito que lo abandonase, Manuel se vistió raudamente y tras un cálido apretón de manos salió de la habitación. Javier desnudo frente al espejo, solo atinaba a mirarse largamente y a reír libre y casi feliz.
Corbata, saco y una laptop en la mochila, el aula llena, psicólogos en maestría, el coordinador hace las presentaciones del caso, Javier comienza la disertación con algunos chistes, arranca risas entre el auditorio e interroga ligeramente explorando sus conocimientos previos. Sus labios rieron sutilmente y su piel, tostada por el sol, se tintó de rojo, en la tercera fila y hacia la derecha, un joven alto y moreno, de pelo al ras y formas perfectas lo miraba fijamente, como delatando la coincidencia, grata para ambos por cierto.
Javier viaja sonriente cada dos semanas, no sale mucho, no lo necesita, la pasa muy bien, en esa ciudad sureña, se siente libre, y en complicidad, se ha descubierto mas interesante que antes, se siente nuevamente atractivo, acepta con generosidad lo que esa experiencia le ha dado a él y a su sentir, distinto y propio al mismo tiempo, el cree sentirse bien y está seguro que es casi feliz.
(Colaboración de CD)
Javier ha sido convocado a enseñar en una escuela de postgrado de una conocida universidad en provincia, bueno debe desplazarse cada dos fines de semana, desde Lima hasta Arequipa, distancia corta con la nueva ruta aérea y comodidad consecuente. Aceptó gratamente, además que el pago y la experiencia profesional no son nada despreciables, él es psicólogo de profesión, especialista en psicología del adolescente, campo que exploró en varias universidades europeas gracias a una beca integral.
En su primera visita al sur, sintió la necesidad de explorar la ciudad y su noche, llegó el viernes por la tarde y sus labores académicas se iniciarían el sábado tras el almuerzo, así que cómodamente podría transgredir esa noche.
Javier tiene 30 años, es un tipo muy tranquilo, ha terminado recientemente un noviazgo de más de 5 años, y nuevamente ha empezado sentirse libre, es pausado, fanático de la lectura y del alternativo en inglés, idioma que domina ya que su formación incluyo una estancia de un años en Londres; esta noche se siente diferente, lejos de su entorno, por tanto, anónimo, capaz de hacer las locuras mas ocurrentes y no sentir culpa, la ciudad ofrece en una única calle, una diversidad de opciones, bares, pubs, discotecas, y demás espacios, Javier es guapo, y esa tarde se dedicó a resaltarlo, se cortó el pelo, el cual usa normalmente largo, posee risos que se proyectan sutilmente sobre las orejas y la frente, la piel canela luce algo bronceada por el verano que acaba de concluir, posee ojos inmensos, muy expresivos, color caramelo, de pestañas risadas naturalmente, nariz recta, labios gruesos, un rostro varonil de mirada cautivadora, practica el tenis con regularidad , por lo que su cuerpo se halla en forma y ha heredado del padre unas nalgas que de pequeño lo avergonzaban, pero que hoy sabe que atraen más de una mirada, de ellas y de ellos también.
Un jean desgastado, un polo con cuello y de color celeste ajustado y corto, zapatillas de lona, el pelo humedecido, la barba ligeramente crecida, una fragancia a hierbas, chicle y a caminar por esa calle descrita.
Eran las 11 de la noche y se hallaba frente a la barra de un bar muy simpático, andaba por la cuarta cerveza tras dos de tequilas, un joven se acerca y lo interroga, Javier no recuerda mucho de la conversación, solo recuerda que hubieron muchas risas, la música no permitía hablar cómodamente, el chico era muy atractivo, alto, moreno, de pelo al ras, contextura mediana pero formada, Javier sintió una serie de sensaciones extrañas, mil veces vio a los hombres con ojos distintos y hasta con deseo, pero esta noche se insinuaba, lo rosaba, ignoraba al resto, total, él no existía en aquella ciudad, los tragos seguían circulando.
Manuel, como dijo llamarse este acompañante, se dejó seducir, o sedujo, y consiguió una retirada en pareja, al hotel de Javier, a donde llegaron pasadas las 4 de la mañana y en donde amanecieron entre roces desnudos caricias e intentos frustros de penetrar espacios no explorados, Javier tiene en su mente las forma tan perfectas de Manuel, sus nalgas, los muslos, el pubis depilado, el pene emergente tanto o más grande que el propio, los testículos colgando en la tibieza de la cama, las palabras sin sentido, el olor a menta y a alcohol, el sueño y el despertar acompañado de un pecado de la casualidad.
Al verlo por la mañana, lo despertó suavemente y le solicito que lo abandonase, Manuel se vistió raudamente y tras un cálido apretón de manos salió de la habitación. Javier desnudo frente al espejo, solo atinaba a mirarse largamente y a reír libre y casi feliz.
Corbata, saco y una laptop en la mochila, el aula llena, psicólogos en maestría, el coordinador hace las presentaciones del caso, Javier comienza la disertación con algunos chistes, arranca risas entre el auditorio e interroga ligeramente explorando sus conocimientos previos. Sus labios rieron sutilmente y su piel, tostada por el sol, se tintó de rojo, en la tercera fila y hacia la derecha, un joven alto y moreno, de pelo al ras y formas perfectas lo miraba fijamente, como delatando la coincidencia, grata para ambos por cierto.
Javier viaja sonriente cada dos semanas, no sale mucho, no lo necesita, la pasa muy bien, en esa ciudad sureña, se siente libre, y en complicidad, se ha descubierto mas interesante que antes, se siente nuevamente atractivo, acepta con generosidad lo que esa experiencia le ha dado a él y a su sentir, distinto y propio al mismo tiempo, el cree sentirse bien y está seguro que es casi feliz.