miércoles, 17 de febrero de 2010

RomáN y RomiNa


Román y Romina

Román conduce a casa apresurado, se afloja la corbata que lo empieza a asfixiar, sale del parqueo con el saco en la mano y apurando el paso, entra a casa, su mamá lo mira preocupada y le cuestiona sobre la necesidad de su cena, él en pocas palabras manifiesta su apuro, entra a su habitación, se desviste rápidamente y se coloca un buzo holgado, sale rápidamente besando a mamá en la frente--- nos vemos mañana.

Román es ingeniero de sistemas, trabaja en el área de cómputo de un banco, pero tiene un trabajo adicional, de noche, en un club gay, baila trasvertido, y suele ser la atracción de la noche, en casa no saben nada al respecto. Román tiene escondida a Romina. Ella vive en un cuarto cercano al bar, ahí deja sus indumentos y demás accesorios, ahí llega apresurado tres veces por semana, se transforma y es otra persona, regresa en la madrugada a dicho espacio, para de ahí enrumbar al banco.

El ambiente es pequeño, es solo una habitación y un baño, posee una gran ventana que da hacia una avenida muy transitada, posee una cama amplia vestida en colores, para crear el un ambiente distinto para aquel acompañante ocasional que seleccione Romina, un perchero saturado de boas de plumas, chalinas plateadas, mucha escarcha y lentejuelas y un gran tocador, con un amplio espejo de tres cortes, lateralmente ladeado, para apreciarse en toda su dimensión.

Esta noche llega tarde, se desnuda rápidamente y se observa frente al espejo, es bello, mide 1,83 cm, y es delgado, su pelo es muy corto y castaño, las cejas ralas y los ojos almendrados, la nariz pequeña y respingada, los labios gruesos, los dientes alineados y muy blancos, el cuello largo y aristocrático, los hombros estrechos, el tórax recto, con un abdomen plano y marcado, el vello del pecho y abdomen depilado, al igual que el de sus extremidades inferiores. Sus piernas son torneadas, sus muslos pronunciados, los mismos que crean una sensación de caderas, sus nalgas son redondeadas y prominentes, es bello.

Entra presuroso y se da un baño, se seca con delicadeza, pone música suave, Travis , y se sienta frente al tocador, se mira lateralizando el rostro, inicia la primera capa de base y luego otra, utiliza un rubor tenue en las mejillas y lo remarca hacia los cigomáticos, luego se dedica a sus ojos, los delinea en negro y grueso, utiliza sombras escarchadas, en tonos de verde , fusionadas con sus cejas, las mismas que refuerza a lápiz, coloca unas inmensas pestañas sobre sus parpados, plateadas en esta ocasión, delinea su boca en rosa suave pero colorea los carnosos labios en un tono fucsia que resalta plenamente.

La peluca de esta noche es plateada, disimula su masculinidad, traccionándola hacia atrás, utiliza una ropa interior muy ajustada que evita que escape alguna protuberancia, el atuendo: un pantalón corto de charol, medias negras panti, un saco ajustado de mangas cortas, de charol negro también muy ceñido, botas altas, hasta las rodillas y con una plataforma que hace dificultosa la marcha, pero Romina es experta.
La rutina se inicia a las 12 de la noche, las luces la ciegan, pero ella domina el escenario, la música es intensa, la gente está animada, recibe mil piropos, dulces y agresivos, ella baila, la elevan por los aires, seduce, provoca. Solo es un número, pero se extiende por más de 30 minutos, una vez finalizado el show, desciende del escenario ayudado por sus bailarines, deambula por el bar, conversa, recibe saludos y propuestas, se niega a todas, ya que ella decide con quien escapar, escoge a algún acompañante ocasional, y lo invita a compartir la noche, esta vez un hombre bajo de cuerpo atlético, un oficial del ejército según precisó, ambos bajan a la cochera, se suben al auto de la bailarina y enrumban a esa cama colorida.

La noche es intensa, y tras una hora de juegos el acompañante es invitado a irse, ella termina de convertirse en Román, y duerme unas horas antes de de iniciar su día, sale con saco y corbata, camina marcial, va rumbo al coche, llama a su madre y le dice que fue una noche tranquila en la oficina a la que se supone apoya en ese turno, se dirige al banco, saluda a sus compañeros con fuertes apretones mano, se gasta bromas respecto a las ojeras dibujadas en su rostro, Román afirma, cuando entre risas, le comentan que la noche parece haber sido brava, que alguna niña debe haber perturbado su descanso, el sonríe y ratifica --ya la conocerán-- ya la conocerán—.



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