Mi mejor amigo
Alex despertó en una cama extraña, tras una noche de bebidas, baile, y oscuridad, no recuerda mucho, solo sabe que bebió de más, se sintió el rey de la fiesta, regaló besos por doquier, y ahora que mira bien, y descubre a alguien a su lado, tan desnudo como él, sabe que regaló algo más, y lo peor es que no recuerda bien como fue.
Sabe que estaba eufórico, el había confesado a su mejor amigo que era gay, y que rogaba por conservar su amistad, el mejor amigo lo miró a los ojos, y le dijo que no era preciso explicar detalles, que él ya lo había notado, y que era más fácil de esa forma entender su amistad, porque él era gay también, activo preciso , pero gay al fin y al cabo, esa noche de confesiones, lo llevó por primera vez a la discoteca.
Alex estaba en sus 18, muy bien llevados, delgado, no muy alto, castaño, de pelo facial crecido, de mentón cuadrado y gafas de aumento de montura aérea, el pelo largo, algo ondulado y tirado hacía atrás, usaba una liga para sujetarlo al jugar futbol, deporte con el que se llevaba a la perfección. Como resultado de esa práctica tenía unas piernas perfectas, de muslos fibrosos y nalgas delineadas, nunca había estado con un hombre, pero sabía que le gustaban y sentía que ese gusto no estaba en penetrar si no en ser poseído.
La confesión fue el pretexto para explorar nuevos espacios, la discoteca, de ambiente y de moda, estaba en pleno, viernes por la noche, noche de jóvenes, cada quien más producido que el otro, Alex usaba el jean que había descartada hacía un año, le ajustaba y se notaba gastado, unas zapatillas de suela muy delgada y azules, un polo blanco entallado, y el pelo sujetado con esa liga, que delineaba su rostro juvenil y atractivo, le brillaban los ojos, fue la atracción de esa noche, nadie lo conocía y todos querían conocerlo, le invitaban de beber y él aceptaba, lo sacaban a bailar y él cedía, lo rosaban, lo tocaban y él no se molestaba, se sentía en la luna, mientras perdía poco a poco la conciencia de lo que ocurría.
Recuerda vagamente que alguien lo sacó del lugar, lo subió a un taxi mientras toscamente lo besaba, y él en esa conciencia de permitirlo todo, aceptaba esos besos rasposos y de lengua agresiva en sus labios tiernos y poco explorados, se animaba de tiempo en tiempo a corresponder las visitas linguales, pero prefería no hacerlo mucho en cierto recuerdo de inexperiencia, el carro se detuvo en un hotel, ambos subieron raudamente a la habitación sin preocuparse del pudor, las ropas fueron por los suelos, y la seducción fue escasa antes de la penetración, recuerda intensamente ese dolor urente, grosero, y que se fue distanciando , ahogado en gemidos y mordiscos.
Al despertar, se puso en pie, vio su cuerpo desnudo, marcado de secuelas, adolorido e iniciado, miró a su acompañante con la vergüenza del anonimato, contempló sus formas desnudas recostadas boca abajo a su lado, miro su talla alargada, el tórax delgado, las nalgas saltonas y pequeñas, las piernas flacas pero torneadas, el vello escaso, los pies perfectos, observó por instantes, antes de sonreír para sí mismo y reconocer en ese cómplice a su mejor amigo, al incondicional, al que esperó durante años de amistad a que llegase esa confesión sincera no insinuada ni buscada en tragos ni tristezas, a quien ya quería, sin saberlo.
Lo miró durante un instante interminable, y atinó a recorrer sus hombros con su brazo recostado sobre sí, y a abrazarlo fuertemente, él abrió sus ojos, y le respondió profundamente con solo la mirada, en ella, él sintió un “te quiero”, para responder en voz alta y sin temor “Yo también”.
Alex despertó en una cama extraña, tras una noche de bebidas, baile, y oscuridad, no recuerda mucho, solo sabe que bebió de más, se sintió el rey de la fiesta, regaló besos por doquier, y ahora que mira bien, y descubre a alguien a su lado, tan desnudo como él, sabe que regaló algo más, y lo peor es que no recuerda bien como fue.
Sabe que estaba eufórico, el había confesado a su mejor amigo que era gay, y que rogaba por conservar su amistad, el mejor amigo lo miró a los ojos, y le dijo que no era preciso explicar detalles, que él ya lo había notado, y que era más fácil de esa forma entender su amistad, porque él era gay también, activo preciso , pero gay al fin y al cabo, esa noche de confesiones, lo llevó por primera vez a la discoteca.
Alex estaba en sus 18, muy bien llevados, delgado, no muy alto, castaño, de pelo facial crecido, de mentón cuadrado y gafas de aumento de montura aérea, el pelo largo, algo ondulado y tirado hacía atrás, usaba una liga para sujetarlo al jugar futbol, deporte con el que se llevaba a la perfección. Como resultado de esa práctica tenía unas piernas perfectas, de muslos fibrosos y nalgas delineadas, nunca había estado con un hombre, pero sabía que le gustaban y sentía que ese gusto no estaba en penetrar si no en ser poseído.
La confesión fue el pretexto para explorar nuevos espacios, la discoteca, de ambiente y de moda, estaba en pleno, viernes por la noche, noche de jóvenes, cada quien más producido que el otro, Alex usaba el jean que había descartada hacía un año, le ajustaba y se notaba gastado, unas zapatillas de suela muy delgada y azules, un polo blanco entallado, y el pelo sujetado con esa liga, que delineaba su rostro juvenil y atractivo, le brillaban los ojos, fue la atracción de esa noche, nadie lo conocía y todos querían conocerlo, le invitaban de beber y él aceptaba, lo sacaban a bailar y él cedía, lo rosaban, lo tocaban y él no se molestaba, se sentía en la luna, mientras perdía poco a poco la conciencia de lo que ocurría.
Recuerda vagamente que alguien lo sacó del lugar, lo subió a un taxi mientras toscamente lo besaba, y él en esa conciencia de permitirlo todo, aceptaba esos besos rasposos y de lengua agresiva en sus labios tiernos y poco explorados, se animaba de tiempo en tiempo a corresponder las visitas linguales, pero prefería no hacerlo mucho en cierto recuerdo de inexperiencia, el carro se detuvo en un hotel, ambos subieron raudamente a la habitación sin preocuparse del pudor, las ropas fueron por los suelos, y la seducción fue escasa antes de la penetración, recuerda intensamente ese dolor urente, grosero, y que se fue distanciando , ahogado en gemidos y mordiscos.
Al despertar, se puso en pie, vio su cuerpo desnudo, marcado de secuelas, adolorido e iniciado, miró a su acompañante con la vergüenza del anonimato, contempló sus formas desnudas recostadas boca abajo a su lado, miro su talla alargada, el tórax delgado, las nalgas saltonas y pequeñas, las piernas flacas pero torneadas, el vello escaso, los pies perfectos, observó por instantes, antes de sonreír para sí mismo y reconocer en ese cómplice a su mejor amigo, al incondicional, al que esperó durante años de amistad a que llegase esa confesión sincera no insinuada ni buscada en tragos ni tristezas, a quien ya quería, sin saberlo.
Lo miró durante un instante interminable, y atinó a recorrer sus hombros con su brazo recostado sobre sí, y a abrazarlo fuertemente, él abrió sus ojos, y le respondió profundamente con solo la mirada, en ella, él sintió un “te quiero”, para responder en voz alta y sin temor “Yo también”.
Suspiros y mas suspiros! Maldicion como lo haces?? Siento envidia y a la vez felicidad por el, cierta o no la historia me ha cautivado...
ResponderEliminargracias CarlitosD, no sabes el dia terrible que tuve hoy y manana sera peor, pero con este cuento me has hecho levantar animo y saber que aunq soy gay aun puedo encontrar a mi hombre ideal hahaha....
Gracias en verdd!
Amigote, debes andar full, ya q no coincido contigo en el msn, espero las cosas se vayan arreglando.. un abrasote a la distancia..CarlosD
ResponderEliminarA ver carlitosd no has posteado naa este finde, pilas q entro a cada momento pa leer algo y no hay naaa. No me tengas asi jajaja
ResponderEliminarSalu2
Hado
entiendo la queja, he estado desinspirado.. pero de esta semana no pasa.. prometido!!
ResponderEliminarCarlosD