martes, 1 de junio de 2010

Una Nueva ruTa



Una NueVa RuTa



Alejandro adora su trabajo, lo mueve mucho y le ha permitido conocer varias ciudades del país y del extranjero, además de intercambiar con gente diferente y grata, pero en esta ocasión, no sería igual, terminó su relación de años con Humberto, y por primera vez, él no lo acompañaría en la travesía que iniciaba. La historia de sus viajes era especial, porque eran con él, hoy, serían franco trabajo y eso no le agradaba mucho. Aún así el trabajo lo obligaba a recorrer la sierra y la selva, saltar de avión en avión y surcar rutas terrestres de paisajes interesantes.


Salió de Lima sin mucha ilusión, por una red social contactó un par de amigos en su primer destino, no pensó que ocurriría lo que pasó.



Al llegar a Cusco, se instaló en el hotel de siempre, se apersonó a la oficina, revisó lo que tenía que revisar y regresó al hotel, Alejandro ya no es un niño, bordea los 40, aunque no los luce, yo diría que parece de treinta y pocos, es alto, de cuerpo mediano, de rostro atractivo, muy varonil, aunque sus formas ya no tienen la dureza de años atrás, no se ve mal. Una vez en el hotel, recibió un mensaje de uno de esos amigos mencionados líneas arriba, Rafael, según contó, tenía 27 años, sus fotos (donde solo se veía el cuerpo) lo mostraban atlético y su conversación no fue tonta, Alejandro lo citó en la puerta de su hotel y Rafael acudió puntual.


Alejandro lo distinguió a lo lejos, llevo casaca negra y gafas le había advertido Rafael, y ahí estaba, con las manos en los bolsillos, jean, y zapatillas de lona, sobre la vereda, mirándolo a la distancia, era mediano, de 1,70 aproximadamente, su peso en razón a esa estatura, el cabello negro, acomodado a un costado, las gafas le daban un toque intelectual, sus ojos profundos, no por sus ojeras (que le causaron grata impresión a Alejandro) sino por la intensidad de la mirada. Alejandro lo invitó a entrar, Rafael Accedió.



Pasaron a la habitación con descaro, ni miraron al personal de recepción, entraron al cuarto, se acomodaron en camas distintas (Alejandro siempre pedía habitaciones dobles, costumbre), se miraron como analizándose, hablaron, no sé si pensaban en lo que decían, o en lo que venía, Alejandro invitó a Rafael a su cama, Rafael acudió apresurado, se miraron de cerca y se besaron, fue tierno, como que cada quien rescataba al otro, como que se necesitaba esa delicadeza previa, Alejandro suspiraba, Rafael apretaba sus manos entre las suyas.



Lo que vino después fue espléndido, como que estaban sincronizados, las prendas fueron escapando, los roces se agitaban, ambas erecciones se amenazaban, Rafael era perfecto, marcado, no exageradamente, Rafael de piel suave, escaso vello, pies lindos, Alejandro lo admiraba, pese a que la luz era tenue a pedido de Rafael, se excitaba mentalmente, más de lo que el físico otorgaba, era una combinación perfecta, fue fluido, e intenso, ambos concluyeron sonrientes, ambos se abrazaron tiernamente por minutos tras el término, ambos se prometieron en silencio reservarse para sí, otro momento y mil más iguales o mejores.



Ahora quieren conocerse, caminar. Empezar por el final, a veces funciona, Alejandro está contento, tomo el vuelo a Iquitos feliz, Rafael lo esperará en Lima, tuvo el pretexto perfecto, un curso, existe la posibilidad, existen ellos para crearla, Alejandro borro a Humberto de la agenda, lo hizo ayer, mientras al teléfono, me describía la locura que había sido su incursión por Cusco y lo feliz que estaba de regresar a Lima en tres días, y poder volver a verlo a tenerlo, a dejar de viajar solo…..


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