jueves, 17 de marzo de 2011

e Mordidas y Ataduras


De mordiscos y ataduras…

Marco Antonio se despertó muy temprano, tenía que trabajar el primer turno, y la noche había sido agitada, así que lo hizo a regañadientes. El uniforme se hallaba colocado en su perchero y frente a la cama, se desnudó velozmente y fue rumbo a la ducha, pero se obligó a detener frente al espejo del baño, un cristal enorme que reflejaba su anatomía a plenitud, y que esa mañana lo capturó por algunos detalles que el día previo no existían.

Los tonos de su piel variaban en ciertas áreas, y mientras se explicaba mentalmente lo acontecido, sonreía con malicia volviendo a disfrutarlo.

Su encuentro con Juan había sido distinto, Juan era un tipo al que conocía por chat de hacía varias semanas, ese día concretaron un encuentro, Marco estaba ansioso, tenía ya varias semanas de abstinencia, y la idea de transgredir lo entusiasmaba, en sus 26 años, había utilizado esas rutas informales rara vez, solo que la descripción de su ocasional contacto y las fotos poco claras, le dieron cierta confianza.

Una vez en el hotel acordado, se encontró con un hombre de 32 años, atractivo, de más o menos 1,76 metros y cuerpo adelgazado, de facciones finas y trato educado, subieron a la habitación, y Juan le pidió a Marco que se dejara llevar, lo desnudó con rudeza, y lo tumbó en la cama, le insinuó el juego, mientras permanecía aún vestido, Marco asintió tímidamente, luego unas cintas de tela ataron sus muñecas hacia atrás y lo inmovilizaron tendido sobre la cama, Juan sonreía con una malicia tierna, Marco lo dejó proseguir, disminuyó la iluminación y se desvistió lentamente, luciendo los detalles de su atuendo, un bóxer negro muy ajustado, unas muñequeras del mismo tono, con aplicaciones en metal, su cuerpo delgado lucía atractivo ante la escasa luz, el vello dorado delineaba sus formas, las piernas largas y fibrosas, la pelvis afilada, el pene proyectado bajo el atuendo, erecto, enorme, Marco se dejó llevar.

Juan empezó besando, recorrió con los labios los pies de Marco, subió a la entrepierna y así de espaldas hurgó entre sus nalgas, reiteradamente, Marco disfrutaba con desmedida, gemía con cada arremetida de esa lengua fasciculante, sus manos atadas le impedían la plenitud, pero al mismo tiempo focalizaban el placer, Juan, hurgó entre las manos, besó sus dedos, los introdujo en la boca, los mordió tiernamente, luego de modo tosco, lo giró y recorrió su pecho, sus manos se entretenían en el pene de Marco, erecto, a más no poder, mientras su lengua dibujaba rutas en el pecho, en las axilas, en el cuello, tras las orejas, cerca a sus labios, Marco gemía groseramente, y eso motivaba mas a Juan, quien no paraba, los besos se matizaban con mordiscos, e iban marcando la ruta, el dolor que percibía Marco era compensado con placer, el juego duró varios minutos, que fueron más que suficientes, para que Marco llegara al clímax, sin ser penetrado y sin penetrar, simplemente eyaculó generosamente sobre si, con las manos atadas, sin poder limpiarse siquiera, una vez que el fluido tibio manchó sus cuerpos, Juan se alejó sutilmente, se desnudó y masturbó hasta salpicar el rostro de Marco, dibujándole una expresión de duda y placer que jamás había experimentado anteriormente.

Marco se observa al espejo, y ve las mil marcas, violáceas, negruzcas, verdosas, que recorren sus brazos, su pecho, el abdomen, su cuello y espalda, sus nalgas delineadas por marcas de dientes, si ríe, espera coincidir con Juan nuevamente, decide utilizar una camiseta de cuello alto, hace calor, pero tiene que disimular, sonríe mentalmente mientras imagina repetir la faena, pero pensando en ser él quien amarre a su amante, quien manche el rostro, quien marque.

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