Inexperto… Javier está frente al espejo, se observa desnudo con minuciosidad, aun persisten áreas enrojecidas en su cuello y tras las orejas, aun siente sus genitales algo irritados, el agua caliente de la ducha, le recordó lo agitada de la noche previa, observa su talla aún imponente pese a los años, su pelo algo gris, la barba en tonos, el gimnasio había sido útil, se veía firme y su herencia le permitía proporciones perfectas, los daños no eran secuela del paso del tiempo, eran rastros de la travesura de la noche anterior.
De paso por Quito se animó a salir del hotel y enrumbar a un bar gay, consultó algunas páginas web al respecto y en cuentas cayó en un lugar de lo más decente, gente muy agradable y buena música, en la barra y tras varios whiskys ya, coqueteó con un joven de aproximadamente 22 años (tenía 19 en realidad) el desenfado de la bebida, consiguió convencerlo de escaparse al hotel a disfrutar de algo más de bebidas y baile. Juanjo, como se llamaba el joven, fue seducido por la madurez de un tipo de 32 (cuando realmente Javier había pasado los 40), que por cierto lucía muy bien.
Las cosas se dieron torpemente, Javier cayó en cuentas de que Juanjo había confesado no tener experiencia, había besado a uno que otro tipo en la escuela, y que nunca había pasado a más, Javier no creyó tal cuento, pero una vez en la habitación las cosas parecieron ser verdad. Juanjo pidió que se apagará la luz, Javier adoraba ver lo que hacía, pero cedió, la desnudez fue vacilante, entre permanecer en bóxer, camiseta y medias, frente a un Javier cómodamente desnudo y sobre la cama, los besos fueron apasionados, las manos de Javier recorrieron cada rincón de un Juanjo firme, redondeado, suave y sutilmente perfumado, hurgaron sus orejas, el cuello, el pecho y descendieron hacia sus ingles, mientras las manos hacían su lucha por distraer las nalgas negadas y contraídas por temor e inexperiencia. Juanjo trató de imitar a su amante, lo besó con furia, exploró las mismas regiones, pero sin el cuidado del caso, dejó marcas en la ruta, el cuello y tras las orejas, Javier lo arrastró hacia su pene erecto y ansioso, Juanjo lo besó torpemente, lo introdujo en su boca con deseo, pero sin percatarse que era recibido por sus dientes perlados, causando estremecimientos de dolor y hasta temor en Javier, se permitió tolerar algunos instantes más, pero las maniobras eran erráticas, y el daño manifiesto en dolor y enrojecimiento.
Javier capturó en sus labios a Juanjo, lo besó con ternura mientras exploraba con ambas manos sus nalgas, tratando de relajar ese ingreso contraído y negado, supo que sería imposible ir más allá, al menos no en ese momento, al menos no esa noche. Era verdad, Juanjo se liberaba para él, estaba ansioso, pero era de primeras veces, y no existía opción a ir más allá del solo roce y agitación adolescente.
Javier se ve al espejo mientras recuerda el dolor, se ríe solo, recuerda el rostro de Juanjo, se admira de poder haber convencido a un tipo tan guapo y distante en muchas cosas, a transgredir de esa manera, se enorgullece de su astucia, de su atractivo, se lamenta de su frustración, se ve erecto, ahí parado y frente al espejo, se toca, se fricciona, se imagina a Juanjo siendo penetrado, por él, gime para sí mismo, se ratifica en su soledad, así que gime libremente, tras un instante, sonríe calmo, observa la marca húmeda que ha salpicado el espejo y la alfombra de la habitación, la risa se hace plena.
Camina rumbo a la mesa de noche, busca su agenda, y marca el teléfono, Juanjo responde alegre, hoy terminamos lo pendiente le asegura--- de todas maneras responde Javier, la risa se renueva en sus labios, está seguro de que así será.
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