domingo, 30 de septiembre de 2012

Votos....

Votos…
Eran como las 12, la casa de playa muy al sur de Lima lucía iluminada plenamente, frente al mar unos toldos blancos y translucidos refrescaban el calor primaveral, Mario y Manuel habían convocado a la familia y algunos amigos para compartir el almuerzo, para compartir su decisión de unirse.
La mesa larga con flores coloridas, presidida por un pastel discreto cuadrado de detalles plateados, los mismos que decoraban las copas, a la derecha de se Mario , sus padres y cerca a Manuel su hermana menor, el burbujeante colmaba las copas, Mario de pie tomaba la palabra –mirando fijamente a su madre-“ gracias mamá por haber estado ahí siempre, por estar acá hoy, y por haber logrado de que papá viniera”- miro a Manuel y siguió diciendo “los detalles de la casa son tuyos, el detalle mas grande, es tu presencia en ella, aun estés ausente en el trabajo o fuera de la ciudad, solo volteo a ver cada rincón de nuestro rincón y sé que estas ahí, te siento, y eso me pasa desde que te conocí y desde que estuve seguro de que quería que estés en esa casa por el resto de mis días, a mi lado, en mis alegrías y problemas, dándome calma o robándomela, haciéndome reír y secando mis lágrimas, sé que el amor existe y que escapa al género, se da entre las personas simplemente , porque es un regalo divino que me honro en haber recibido gracias a ti”- cogió ambas manos de Manuel , a quien miraba enamorado, Manuel con los ojos cristalinos empezó a decir “he aprendido que la soledad no existe desde que te conozco, y no tengo que estar a tu lado permanentemente para estar más seguro de esto que te digo, me basta con cerrar los ojos y tu sonrisa invade mi mente, acelera mi corazón y da calma a mi alma, haber encontrado a quien genere dichas sensaciones corona mi vida y me permiten el reino divino que prometo esforzarme en mantener, desde ayer, ahora y por todo el tiempo que dios nos bendiga teniéndonos juntos. Te amo.”
La gente permaneció en silencio, alguien cercano recordó brindar, y el “salud” “Salud” se generalizó, no hubo mas protocolo, la comida se sirvió fluidamente, las sonrisas se hicieron frecuentes, una tarde anaranjada coronó el momento, y partimos calmos, testigos, cómplices, envidiosos y felices.
Con afecto para ambos, que esa tarde se prometieron ser uno. Con sana envidia.
CarlosD

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