Potenciando mis sentidos
La oscuridad potencia mis sentidos, a un inicio no podía ver nada, pero escuchaba más claro que nunca, distinguía el ruido al doblar un papel, el aleteo de una mosca, la agitada respiración de aquellos que me rodeaban, esos pequeños sonidos, sobresalían al llanto, a algunos gritos y expresiones agresivas de frustración e impotencia, alguien se preocupó de pasar a segundo plano esas sensaciones, creo que si Dios existe, él es el responsable de esta paz, y despreocupación por el dolor del resto. He podido oler con placer, nunca antes, en mi vital paso por varios rumbos había reparado en el olor del agua cuando cae del cielo agitando la calma, el olor del viento , que arrastra fragancias verdes, de campo o de azules desde el mar, dependiendo del camino que haya tomado. El aroma del hombre, de la forma en que siente, si ríe, o llora, si está triste o alegre, si ama u odia, uno puede distinguir esas diferencias, y direccionarse a quien emana las más delicadas fragancias o los más agresivos olores, dependiendo de lo que se persiga , de la complicidad que busquemos en lo que nos rodea.
Y los olores seducen además al gusto, siento el olor cítrico de las ciruelas y puedo saborearlas, siempre las preferí entre las frutas, el olor a jazmines, que es el olor de mi madre, me permite saborear sus guisos y panes, el olor del tabaco, que me deja recordar su sabor, aquel disfruté tanto desde que me fue permitido, así como el del café , negro y sin azúcar, que acompañó mis mejores noches, esas que en soledad, me permitían la calma que hoy me espera eternamente.
Nunca el tacto fue tan rico en texturas, he podido ponerme en las cosas, no sobre ellas, ni cerca a ellas, si no en ellas mismas, he distinguido lo suave, lo rugoso, lo áspero, lo tibio, frio y lo cálido, y he podido reconocer que me gusta sentir, que es placentera una textura nueva, que puede hacerme feliz, por más simple ésta sea.
Nunca antes al cerrar mis ojos había disfrutado tanto de mi entorno, nunca había priorizado lo bueno del resto, no discriminaba, permitía que lo exagerado o estruendoso, que la bulla y el caos, sea aquello que impresione a mis sentidos, cuando todo lo demás estaba siempre ahí, y me reclamaba, y me hubiese permito la calma, la risa y muchas cosas más, que prefiero no evaluar por temor a arrepentirme nuevamente.
Ahora veo que la luz se aproxima y me invade. No sé si quiero ver las cosas, ya que recibirlas con el resto de mis sentidos me ha hecho sentir bien, quisiera permanecer cegado más tiempo, pero creo que no se me permite, que así sea, ojalá y al abrir mis ojos, las cosas se mantengan en los colores que mi olfato oído, gusto y tacto perciben en este momento
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