Cara a Cara
XVII
XVII
EL padre de Jano miraba fijamente la pared blanca que tenía enfrente, había bebido una copa de vino, la cual había sido suficiente para trastornarlo, tenía la mente embriagada, mil ideas se cruzaban delante de él. Se había imaginado a su hijo de mil maneras, muchas de ellas incluían amigos impresentables, atuendos coloridos, flores y maquillaje, además de mil disfuerzos. Se había visto con sus amigos hablando de sus hijos, callando por vergüenza, había perdido la ilusión de acompañar y aconsejar a su hijo el día de su boda, de celebrar a sus nietos (y eso que Jano tenía un hermano menor , en fin.. esas horas fueron interminables y en ellas toda la vida próxima pasó por su mente.
La madre de Jano se alejó de la sala, se encerró en su habitación, encendió el televisor y se distrajo con sus ideas, ella sabía todo, pero pensó que no ocurría mas, nunca se lo comentó a su esposo, pero sabía que así había sido mejor, amaba a Jano pero lo odiaba por hacerla sentir así, por hacerle creer que su futuro seria incierto, triste y solitario, lleno de vergüenzas y sufrimientos, ella sufría por lo que le esperaba a su hijo, ella no podía entender, que Jano podría y hasta cierto punto… ya era feliz.
Jano caminó a casa, estaba extasiado, calmo, respiraba profundo con el ansia de poder aspirar el mundo en cada inspiración, sus ojos brillaban, había tenido el mejor sexo del mundo, recién había disfrutado de él plenamente, tenía el rostro de su casual amigo dibujado en su mente, lo contemplaba disfrutando, lo oía gemir y lo sentía sudar, se sintió hombre, habiendo hecho feliz a un hombre.
Al llegar a casa, pudo percatarse que pese a la hora, la luz de la sala se hallaba encendida y en silencio, y que del cuarto de mamá, el televisor sonaba encendido a un volumen algo exagerado, se preguntó para sí mismo que ocurría, y en ese pensamiento su mirada encontró a la de su padre, quien al verlo ingresar se había puesto de pie, y servido una copa mas de vino.
Solo quiero que me digas una cosa, le dijo, dime papá que sucede, quiero saber si eres un cabro de mierda?, o no?, Jano se puso pálido, no pudo sostener la mirada de su padre, su madre salió apresurada, y vio la escena, Jano quería llorar, no porque había sido descubierto, o porque se avergonzaba de su situación, lo indignaba la forma en que su padre había abordado el tema, él entendía que debía estar enojado por no haber confiado su historia años atrás, pero Jano sabía que era su vida, y que aparte de él, a nadie debía importarle con quien comparte esas emociones, él había cumplido con sus padres, era un buen hijo, respetuoso de la casa, estudioso y trabajador, y jamás había puesto en tela de juicio la honorabilidad de su familia, atinó a morderse los labios , ya no era un niño, era un hombre, y como tal, capaz de asumir su rol. Papá yo te respeto mucho, y no creo que la formas en la que me planteas las cosas sea la más adecuada, su voz temblaba, miraba a su madre, ella no atinaba a nada, mira huevón, esta es mi casa y yo hablo como me da la gana, así que contesta de una vez, increpó papá, una lágrima se deslizó por los ojos de Jano, esa tarde el se había sentido tan hombre como gay , había disfrutado de su sexualidad, y estaba convencido de que su vida era en ese rol, soy homosexual papá, no un cabro de mierda, como dices tú, y aun si lo fuera, ese no es tu problema, su padre se acercó precipitadamente y lo abofeteó con toda la fuerza que el vino arrancó de él esa noche, Jano giró el rostro, sus ojos rojos rebalsaban en lágrimas, sollozó para sí mismo, quiso mostrarse digno, se quedó en silencio, quería decir mil cosas, explicar que él no mandaba en lo que sentía, que tampoco estaba de acuerdo con lo que dios dispuso , pero que lo aceptaba y se sentía bien, que la vida no es desgraciada para alguien como él, que no quería perderlos, ni dejar de verlos a diario, que no quería que se avergüencen de él, que los amaba ,más que nunca, que quería que lo acepten… pero quedó en silencio . Te largas de la casa dijo su padre y salió de la sala, Jano permaneció en silencio, contemplaba la silla en la que había estado sentado su padre, su madre se acercó torpemente , aún inútil, él la tomo de la mano y le dijo : no te preocupes mamá, yo estaré bien, caminó como un condenado, sacó una mochila y metió rápidamente su ropa y otras cosas , espero que tú no pienses como él, le dijo a su madre mientras salía de su habitación, dejó las llaves sobre la mesa, y salió de la casa. Su madre escuchó el portazo y lloró con un dolor que venía del alma, no por ella, ni por lo que sentía, sino por la idea mental, de lo que sentía Jano en ese momento, Jano su hijo mayor, al que ella amaba incondicionalmente.