Otras Opciones
XII
XII
Alejandro ingresó a la universidad, decidió quedarse en esa pequeña ciudad donde se estaba descubriendo a sí mismo, la Facultad de arquitectura tenía un encanto especial, era aquella que salía del esquema común, jóvenes y no tan jóvenes se paseaban por sus jardines, con atuendos peculiares, algunos de look hippie, otros retro, algunos punk , se escuchaba la música de algunos bulliciosos en la cafetería, o se olía un peculiar aroma a hierba quemada y no precisamente tabaco, habían además aquellos que compartían la opción sexual de Jano, unos obvios otros no tanto, era una facultad de extremos, ya que no existía mucho promedio en su población, cada quien era singular, y tenía lo suyo, por lo que era admirado por el resto o por lo que simplemente llamaba la atención.
Jano en cambio parecía no pertenecer, no había característica en él que llamase la atención, salvo su porte y atractivo físico (además de su opción sexual de lo más discreta), y él prefirió mantenerse así, e intentar pasar desapercibido, obviamente, eso no ocurriría.
La fiesta de bienvenida, fue el inicio de su nuevo circulo, llegó solo y despreocupado a la discoteca elegida, una de varios pisos, que había sido reservada en exclusiva para el evento, lucía un jean negro algo ajustado, y una camisa de mangas muy cortas, a rayas de tonos amarillos y algo corta por lo que la llevaba por fuera del pantalón, unas zapatillas de lona completaban el atuendo, lucia el pelo rasurado, típico del ingresante universitario. A penas ingreso a la discoteca, atrajo la mirada de varias y de varios, pero fueron ellos quienes lo abordaron inicialmente, le ofrecieron cerveza lo que aceptó con algo de entusiasmo, nunca antes había bebido sin desenfreno, pera esa noche tenía motivos para celebrar, se iniciaba su vida universitaria, y estaba conociendo a sus nuevos amigos. No bailó mucho pese a que ellas insistieron bastante, prefirió beber y juguetear con el grupo, en algún momento tuvo un cigarrillo en la boca, y finalmente, un porrito de hierba, que lo hizo reír estúpidamente, acabaron en la habitación de un compañero de aula que vivía solo por no ser de la ciudad, y que se permitía ese tipo de concesiones, Jano no recordaba cómo había llegado ahí, solo despertó en un sillón, sin camisa, oliendo a todo, con un terrible dolor de cabeza, y con dos amigos más acomodados en la cama de su compañero, y éste tirado en la alfombra, Jano sonrió para sí mismo y observó la hora, presuroso se puso la camisa y salió rumbo a casa.
Eran inseparables esos cuatro, jugaban al futbol, frecuentaban las discotecas de la ciudad, molestaban a las niñas en la facultad y a veces estudiaban en grupo, Gonzalo era el cabecilla y tenía por Jano alguna preferencia notoria, era al primero que llamaba cuando había que juntarse, o al que alguna vez consultaba sobre sus preferencias, antes de planificar una salida, a Jano le gustaba ser el “asesor” y al resto del grupo no parecía molestarle esa forma de gestionar la amistad.
Gonzalo tenía 21 años, 3 más que Jano, era tan alto como Jano, pero muy delgado, su piel era oscura y sus facciones muy finas, era un moreno atractivo de ojos grandes, labios gruesos y cabello ensortijado. Era deportista y prefería el baloncesto, vestía siempre deportivo, entre buzo, o short, con zapatillas, y camisetas usualmente blancas, y un poco ajustadas. Su voz ronca, siempre sobresalía entra las del resto, y su lenguaje usualmente informal, rico en jerga, hacía que adquiera el don de poderle caer bien a todos, Jano le tenía un aprecio especial, y no podía negar sentir alguna atracción por este moreno compañero de clases.
Una sábado por la tarde, Gonzalo recoge a Jano en su auto, y ambos enrumban hacia la playa, el sol estaba en esplendor, ellos en traje de baño, lentes oscuros y camisetas sin mangas, el balneario quedaba a escasos 30 minutos, y los padres de Gonzalo poseían una casa pequeña, estratégicamente ubicada frente al mar, la primera parada fue en la tienda del pueblo, compraron cervezas y Gonzalo disimuladamente compró además una botella de ron. La tarde fue de relajo, ambos tirados en la arena, bebiendo cervezas heladas, ingresando al mar intermitentemente. Lluego del ocaso, ambos, ya medio animados por el alcohol, decidieron quedarse esa noche en la playa, llamaron a algunos amigos , animándolos a bajar, pero al parecer ya el grupo tenía citadinos planes, Gonzalo, sacó el ron, lo mezcló con hielo, coca cola y limón, encendió la radio en una estación de música alternativa, y le ofreció un vaso a Jano, el lo recibió entusiasmado, secuela de esas cervezas previas, Gonzalo, procedió a ponerse cómodo, se quitó el traje de baño aún húmedo, y lo hizo sin pudor frente a Jano, se desvistió sin reparos, mostrándose desnudo y relajado, paseándose con comodidad por la habitación en la que estaban, la virilidad de Gonzalo era mucho mayor a la de Jano, él no pudo evitar hacer la comparación, y eso que Gonzalo se hallaba con frio y plenamente desmotivado. Jano disimuló, se retiró al baño y se cambió de ropa, al regresar Gonzalo servía el segundo vaso.
Los tragos fueron rápidamente circulando, y las voces aumentaron su intensidad, al cabo de un par de horas, ya francamente oscuro y con la tenue luz de un fluorescente, Gonzalo saca un porrito y lo enciende, Jano se apura en pedírselo, el humo entumece el ambiente, la noche se anima.
Cuando no quedaba más que una copa de ron en la botella, Gonzalo agresivo y algo torpe, se acerca a Jano, lo mira fijamente y le pregunta : ¿tú eres cabro verdad?, Jano se queda sin palabras, no podía hilar ideas para responder, cuando al fin balbuceó algo, Gonzalo lo besa agresivamente, Jano sede, y ambos se tienden sobre el sofá. Gonzalo se apresura a bajarle el short a su amigo y a descender sus labios a su entrepierna, se encuentra con la erección de Jano, la misma que saborea con la delicadeza de un experto, Jano temblaba de placer, al cabo de un instante, se hallaban desnudos, no se besaban los labios, recorrían sus cuerpos con sus lenguas explorando algunos rincones que normalmente se ignoran, en alguna de esas intrépidas maniobras, Gonzalo (que impresionó mucho mas a Jano , con esa agresiva desnudez que mostraba partes de él que eran desproporcionales al resto de su cuerpo), cogió delicadamente a Jano, y lo giró colocándolo de espaldas a él, calzó rápidamente un preservativo, y con la ayuda de la lubricación que proporciona la saliva, se introdujo bruscamente en Jano, Jano gritó para sí mismo, no sabía que estaba haciendo, pero no se negó, Gonzalo se sacudió por varios minutos, Jano se mordía los labios, pero ambos se dieron cuenta que con la carga de alcohol y algo mas, no llegarían a ningún fin, al cabo de un instante, Jano desalojó a Gonzalo, lo miró con cierta duda, y huyó al baño. Jano no entendía que había pasado, durmió con esa duda, a la mañana siguiente, ambos en silencio retornaron a la ciudad, no hablaron del tema, ni de ninguna otra cosa. Gonzalo dejó a Jano en su casa, y se despidió de él con un fuerte apretón de manos, Hablamos luego le dijo.
Jano en cambio parecía no pertenecer, no había característica en él que llamase la atención, salvo su porte y atractivo físico (además de su opción sexual de lo más discreta), y él prefirió mantenerse así, e intentar pasar desapercibido, obviamente, eso no ocurriría.
La fiesta de bienvenida, fue el inicio de su nuevo circulo, llegó solo y despreocupado a la discoteca elegida, una de varios pisos, que había sido reservada en exclusiva para el evento, lucía un jean negro algo ajustado, y una camisa de mangas muy cortas, a rayas de tonos amarillos y algo corta por lo que la llevaba por fuera del pantalón, unas zapatillas de lona completaban el atuendo, lucia el pelo rasurado, típico del ingresante universitario. A penas ingreso a la discoteca, atrajo la mirada de varias y de varios, pero fueron ellos quienes lo abordaron inicialmente, le ofrecieron cerveza lo que aceptó con algo de entusiasmo, nunca antes había bebido sin desenfreno, pera esa noche tenía motivos para celebrar, se iniciaba su vida universitaria, y estaba conociendo a sus nuevos amigos. No bailó mucho pese a que ellas insistieron bastante, prefirió beber y juguetear con el grupo, en algún momento tuvo un cigarrillo en la boca, y finalmente, un porrito de hierba, que lo hizo reír estúpidamente, acabaron en la habitación de un compañero de aula que vivía solo por no ser de la ciudad, y que se permitía ese tipo de concesiones, Jano no recordaba cómo había llegado ahí, solo despertó en un sillón, sin camisa, oliendo a todo, con un terrible dolor de cabeza, y con dos amigos más acomodados en la cama de su compañero, y éste tirado en la alfombra, Jano sonrió para sí mismo y observó la hora, presuroso se puso la camisa y salió rumbo a casa.
Eran inseparables esos cuatro, jugaban al futbol, frecuentaban las discotecas de la ciudad, molestaban a las niñas en la facultad y a veces estudiaban en grupo, Gonzalo era el cabecilla y tenía por Jano alguna preferencia notoria, era al primero que llamaba cuando había que juntarse, o al que alguna vez consultaba sobre sus preferencias, antes de planificar una salida, a Jano le gustaba ser el “asesor” y al resto del grupo no parecía molestarle esa forma de gestionar la amistad.
Gonzalo tenía 21 años, 3 más que Jano, era tan alto como Jano, pero muy delgado, su piel era oscura y sus facciones muy finas, era un moreno atractivo de ojos grandes, labios gruesos y cabello ensortijado. Era deportista y prefería el baloncesto, vestía siempre deportivo, entre buzo, o short, con zapatillas, y camisetas usualmente blancas, y un poco ajustadas. Su voz ronca, siempre sobresalía entra las del resto, y su lenguaje usualmente informal, rico en jerga, hacía que adquiera el don de poderle caer bien a todos, Jano le tenía un aprecio especial, y no podía negar sentir alguna atracción por este moreno compañero de clases.
Una sábado por la tarde, Gonzalo recoge a Jano en su auto, y ambos enrumban hacia la playa, el sol estaba en esplendor, ellos en traje de baño, lentes oscuros y camisetas sin mangas, el balneario quedaba a escasos 30 minutos, y los padres de Gonzalo poseían una casa pequeña, estratégicamente ubicada frente al mar, la primera parada fue en la tienda del pueblo, compraron cervezas y Gonzalo disimuladamente compró además una botella de ron. La tarde fue de relajo, ambos tirados en la arena, bebiendo cervezas heladas, ingresando al mar intermitentemente. Lluego del ocaso, ambos, ya medio animados por el alcohol, decidieron quedarse esa noche en la playa, llamaron a algunos amigos , animándolos a bajar, pero al parecer ya el grupo tenía citadinos planes, Gonzalo, sacó el ron, lo mezcló con hielo, coca cola y limón, encendió la radio en una estación de música alternativa, y le ofreció un vaso a Jano, el lo recibió entusiasmado, secuela de esas cervezas previas, Gonzalo, procedió a ponerse cómodo, se quitó el traje de baño aún húmedo, y lo hizo sin pudor frente a Jano, se desvistió sin reparos, mostrándose desnudo y relajado, paseándose con comodidad por la habitación en la que estaban, la virilidad de Gonzalo era mucho mayor a la de Jano, él no pudo evitar hacer la comparación, y eso que Gonzalo se hallaba con frio y plenamente desmotivado. Jano disimuló, se retiró al baño y se cambió de ropa, al regresar Gonzalo servía el segundo vaso.
Los tragos fueron rápidamente circulando, y las voces aumentaron su intensidad, al cabo de un par de horas, ya francamente oscuro y con la tenue luz de un fluorescente, Gonzalo saca un porrito y lo enciende, Jano se apura en pedírselo, el humo entumece el ambiente, la noche se anima.
Cuando no quedaba más que una copa de ron en la botella, Gonzalo agresivo y algo torpe, se acerca a Jano, lo mira fijamente y le pregunta : ¿tú eres cabro verdad?, Jano se queda sin palabras, no podía hilar ideas para responder, cuando al fin balbuceó algo, Gonzalo lo besa agresivamente, Jano sede, y ambos se tienden sobre el sofá. Gonzalo se apresura a bajarle el short a su amigo y a descender sus labios a su entrepierna, se encuentra con la erección de Jano, la misma que saborea con la delicadeza de un experto, Jano temblaba de placer, al cabo de un instante, se hallaban desnudos, no se besaban los labios, recorrían sus cuerpos con sus lenguas explorando algunos rincones que normalmente se ignoran, en alguna de esas intrépidas maniobras, Gonzalo (que impresionó mucho mas a Jano , con esa agresiva desnudez que mostraba partes de él que eran desproporcionales al resto de su cuerpo), cogió delicadamente a Jano, y lo giró colocándolo de espaldas a él, calzó rápidamente un preservativo, y con la ayuda de la lubricación que proporciona la saliva, se introdujo bruscamente en Jano, Jano gritó para sí mismo, no sabía que estaba haciendo, pero no se negó, Gonzalo se sacudió por varios minutos, Jano se mordía los labios, pero ambos se dieron cuenta que con la carga de alcohol y algo mas, no llegarían a ningún fin, al cabo de un instante, Jano desalojó a Gonzalo, lo miró con cierta duda, y huyó al baño. Jano no entendía que había pasado, durmió con esa duda, a la mañana siguiente, ambos en silencio retornaron a la ciudad, no hablaron del tema, ni de ninguna otra cosa. Gonzalo dejó a Jano en su casa, y se despidió de él con un fuerte apretón de manos, Hablamos luego le dijo.
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