domingo, 27 de septiembre de 2009

El odia los Domigos y yo También


Odia Los domingos


Marco tiene 37 años, vive solo en una ciudad pequeña, y en la conversación de anoche me comentó que odia los domingos, él pensó que eso estaba cambiando, que este domingo macaría la diferencia, pero se dio cuenta de que despertó en su tristeza de siempre y más.
Es abogado, y trabaja en un estudio de renombre, creo que es el más grande de esa ciudad, posee una habilidad increíble para manejar el lenguaje, ya sea para bien o para cosas no tan buenas, depende del lado para el que se encuentre trabajando, esa facilidad la tiene también para poder hacer nuevos amigos o para ser extrañado por el grupo de siempre cada vez que se ausenta de sus frecuentes reuniones.
Luce, bien, es delgado, gracias al gimnasio, usa el pelo muy corto para que no se noten sus canas, las cuales ha decidido jamás pintar, suele dejarse, ocasionalmente, la barba, y le queda bien el mentón azulado por el brote del pelo facial, es una asociación de vanidad y de flojera, ya que detesta rasurarse a diario. Luce saco y corbata diariamente y tiene un peculiar estilo de combinar ambos, lo hace bien, usualmente atrae la mirada de muchas y de algunos también, usa fragancias de madera o hierbas en invierno y de flores o frutas durante el verano, el pelo se lo corta el mejor estilista de la ciudad y en esos espacios de ocio aprovecha siempre para hacerse las uñas mientras chequea algún programa farandulezco en el plasma del spa al que acude. Su baño es su ambiente preferido en casa, ahí lee, y ahí cultiva la mayor colección de cremas y demás artilugios para detener el paso del tiempo, solo que rara vez recuerda utilizarlas. Su agenda está siempre copada, excepto los domingos, día que odia.
Me comentaba que empezó a detestar el domingo desde que se fue de casa de sus padres, eso hace ya 20 años, vivió solo la etapa universitaria y en una ciudad que no era la suya, grande y complicada, el domingo, el día más familiar de todos, se la pasaba estudiando, ya que no tenía otra cosa que hacer, cuando concluyó la universidad retornó a su ciudad pero ya no a casa de sus padres, alquiló un pequeño departamento, y vivió solo desde entonces, la casa familiar, era solo para visitar, y sigue siéndolo hasta ahora de esa forma.
Hace 8 años conoció a alguien de quien reconoce haberse enamorado, Mauro, un amigo que frecuentaba el mismo club que él, menor 5 años , atlético y bohemio, muy pronto vivieron juntos y esa etapa fue perfecta, se olvidó que el domingo era triste, ambos tenían rutinas totalmente diferentes, pero despertaban en la misma cama cada domingo viéndose al rostro y sabiendo que ese día se lo dedicarían el uno al otro sin reparos por las responsabilidades de cada uno de ellos, Mauro hacia el café perfecto, tocaba la guitarra y tenía una dulce voz, le compuso mil tonadas y letras a Marco, él lo quiso mucho y aun conserva intacta esa imagen de antaño, en que la semana tenía 7 días perfectos.
Pero si la vida fuese perfecta no sería vida, Hoy ,Mauro no acompaña mas esos domingos, Marco los odia nuevamente, viajó por trabajo y se instaló en otra ciudad, no hubo la suficiente valentía por ninguno, para enfrentar o asumir que su relación era mucho más de lo que ellos creían que era en aquel momento. Se visitan, se escriben, se extrañan, pero la distancia que los separa no es solo geográfica, el tiempo ha hecho lo suyo también.
La rutina de mi amigo lo absorbe al 100%, el día inicia temprano, ejercicios, de ahí a casa, desayuno informal, traje y corbata, oficina, previo tráfico atroz y con lo que a él le agrada conducir… prefiere mil veces tomar un taxi. La oficina suele ser un dominio temporal, ya que sale varias veces en diligencia o a entrevistas, almuerza con algún amigo o en casa de sus padres, o simplemente, posterga el almuerzo para la hacerlo uno con la cena, la tarde suele ser igual de agitada, y retorna a casa después de haber tomado un café con alguien y cansado, tira todo, se da una ducha cálida y duerme hasta iniciar el mismo trajín al día siguiente, excepto el domingo, día que odia. Los viernes suelen ser algo sociales, algunas bebidas en la noche, y transgresión a los cánones, el sábado se despierta tarde, desayuna y almuerza algo fresco, siempre en compañía de los cómplices del día anterior, por la tarde visita a la familia y suele dormir temprano, cuando no repite la hazaña de la noche del viernes.
El día odiado se inicia temprano, y sin gimnasio, reniega y se levanta a las 9 tras haber tonteado algo con el control remoto, llama a su madre y coordina con ella el almuerzo, mete algo de ropa a la lavadora para no sentirse ocioso, aunque sabe que el lunes la señora que lo asiste en casa se encarga de esos detalles, no se afeita ese día, sale a casa de sus padres a quienes lleva a comer lo que prefieran ese día, a esa faena se suman sus hermanos, jamás circula alcohol el domingo, todos arrancan el lunes temprano así que beber sería un pecado, el retorno a casa es a las 2 de la tarde, Marco se pone su pijama, y se tira en cama a jugar con el control remoto, enciende la PC y la pone sobre la cama, coge un libro y lo ojea.. Empieza a odiar el domingo y lo peor es que esa tarde suele ser interminable.
El adora sus espacios y sus dominios, pero ya disfrutó de la contraparte , y extraña esa etapa, no es justo que la pase así, al menos yo lo creo así, lo que creo es que él no supo valorar esos detalles cuando fue su oportunidad, 37 no son muchos años, alguien seguramente piensa en él, o se cruzará en su camino, y será quien le ponga color a ese día que debe ser festivo, ser gay no es condenarse a la soledad en la madurez o tras ella, es simplemente una forma más de amar, y que requiere de alguien para ser depositario de ese afecto, alguien que despierte contigo en la mañana del domingo y que te mire a los ojos, y que sepa que ese día , así como el resto de los días, es para él, y que eso lo hace potencialmente , un día perfecto.

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