De esos reencuentros
Por más grandes que sean las ciudades, siempre hay lugares
en los que todos coinciden. Juan llegó a una reunión de trabajo y en una de esa vueltas al acecho de nuevas publicaciones,
se cruzó con Beto, era él, estaba
seguro, no había vuelto a verlo desde hacía más de 15 años, pero el tiempo no
podía borrar ese rostro que está marcado más allá que en la sola memoria.
Cuando se conocieron, Beto acababa el colegio y Juan la
Universidad, todo empezó como algo casual, pero se hizo una relación estable,
con todas esas cosas que uno espera encontrar en el otro, duro como dos años, cuando cambiaron al padre
de Beto de ciudad (vida de militar), y con él migró la familia, mantuvieron el
contacto por breve tiempo, pero se perdieron el rastro. Al paso de más 15 años,
hoy coinciden, y Juan no sabe cómo actuar.
Su primera idea fue escapar, se sentía extraño, ya no contaba
con la belleza de aquellos veinte cinco años, hoy pasaba los 40, mientras que
Beto, con 33 más o menos, lucia encantador, por más que intentó mezclarse entre
el resto, las miradas coincidieron y dieron paso tiernas sonrisas y a la marcha
para el reencuentro.
Un abrazo los unió con fuerza, como si se hubieran visto
ayer y el día antes de ayer, ambos sonrieron francamente, y cruzaron frases de
saludo, sorprendidos, emocionados, caminaron juntos, confesaron que andaban de
ocio, en la marcha se contaron cosas breves el uno del otro, Beto vivía con
Gustavo, su novio, en una ciudad al norte, ambos eran ingenieros, y tenían una
empresa de construcción, les iba bien, Juan comentó que pese a ser abogado,
nunca ejerció tal cual la profesión, se
dedicó a la empresa familiar, y eso le había permitido viajar mucho y no
establecer una casa con alguien en ella. Sin darse cuenta se dirigían al hotel
que albergaba a Juan. Beto confesó estar solo en la ciudad también.
Al llegar, se miraron con picardía, te invitaría a subir
comentó Juan, pero sabes que no soy tan atrevido, subiría con gusto si tan solo
lo pidieras, susurró Beto, se apresuraron al ascensor, la chica de la recepción
les dio la llave sin tiempo para preguntar por la identificación del
acompañante. .
Ya en el ascensor, se miraron con deseo , Juan se acercó a
Beto y lo besó, Beto no correspondió, pero tampoco retiró sus labios.
En la habitación, no hubieron palabras, la pasión los
embargó por completo, Beto se desnudó
con rapidez, no dejó que Juan lo ayudara, como mandaba el protocolo del juego,
quedó desnudo frente a un Juan sorprendido, con solo la correa afuera, miraba a
su amante con detenimiento, cómo había cambiado, estaba hermoso, los años
habían hecho el mejor trabajo del mundo, mantenía esa talla alta, pero ya no la
delgadez de la adolescencia, sus formas eran redondeadas, los risos del pelo
cortados cuidadosamente, las cejas gruesas libradas de esa unión central entre
ambas, sus ojos enormes con esas pestañas risadas, los labios rojos y gruesos,
los hombros, los brazos, el pecho, todo tallado por un artista experimentado,
su pilosidad recortada con cuidado, su pene erecto, proyectado arriba, latente, sus testículos colgando simétricos,
las piernas largas y robustas, las
nalgas saltonas y brillantes, me miras mucho, comentó coqueto, luces bien, los
años han marcado tu atractivo, gracias comentó Beto, mientras giraba lentamente
mostrando aun mas sus formas.
Apago la luz?, preguntó Juan, en el fondo no quería
desnudarse frente a Beto, los años no lo habían tratado como a su exnovio, con calma le susurró Beto , yo también quiero
verte, y lentamente le desabotonó la camisa, mientras le besaba el cuello, Juan
empezó a rasurarse la cabellera desde que sus entradas empezaron invadir su
cabeza, tenía unos ojos grandes y celestes como el agua, su piel era pálida, y
las arrugas se acentuaron al rededor de sus ojos y labios, mantenía una sonrisa
preciosa y unos dientes perlados que alabó Beto.
La camisa cayó al suelo dejando ver un tórax de vello dorado,
delgado y recto, de escaso pectoral y hombros estrechos, de largos brazos, de
cintura algo invadida por el abdomen, hueles a madera le comentó Beto al oído, mientras
desabotonaba el pantalón, la fragancia de siempre le dijo Juan, el pantalón se
deslizó al suelo junto a unos bóxer a cuadros, Juan quedaba expuesto, sus
piernas velludas , su genitalidad frondosa, mostraba un pene rosado, erecto, de
glande desnudo por una circuncisión infantil, generoso , largo y grueso,
simétrico y estético, lo recuero bien comentó Beto, no has cambiado mucho y
sonrió. Los besos dieron paso a lo demás. Hicieron el amor por más de una hora,
y fue distinto, calmado, sin acrobacias,
con exageración en aquellas cosas que Beto sabía que alocaban a Juan y que Juan
sabía que hacían tiritar a Beto, lo besó donde él siempre pidió que lo besen,
lo penetró con la delicadeza que nunca tubo y que siempre reclamó Beto años
atrás. Fue un reencuentro sexual perfecto.
Al terminar, Beto lo miró a los ojos y confesó que solo Juan
le hacía el amor de esa manera, solo él había logrado hacerlo llegar al cielo
sin tener que tocarse, con sentir su pene dentro suyo, invadiéndolo rítmicamente, lograba arrancarle los fluidos
que en otros casos,tenían que ser extraídos con ayuda de una paja. Juan sabía
lo que le comentaba Beto, lo habían hablado hacia años, Juan lograba que Beto tuviese
un orgasmo extremo solo con ser penetrado por él.
Sonó el teléfono, Beto contestó apresurado, si amor, dijo,
en este momento me conecto. Cosas del trabajo, le comentó a Juan, si ve, no te preocupes,
te volveré a ver? Eso sería bueno, claro
pero cuando?, en 15 años? Espero que no tenga que pasar tanto tiempo se miraron
por largo rato, se sonrieron, sus ojos se humedecieron, Beto se vistió
rápidamente, y salió de prisa, olía a madera, no quería perder ese aroma. Juan
se tendió sobre la cama, encendió un cigarrillo, desnudo, mirando al techo, las
lágrimas invadieron sus ojos mientras sonreía.