viernes, 28 de agosto de 2009

MorBo


El lo adora, y me contó como es que lo vé, no es perfecto, pero se aproxima mucho, es mas que solo amor, quizas el deseo no se ha perdido aun, con cariño de Juan Pablo para él. (me permití algunos desarreglos a la redacción original.. espero no enfadarte)



AlGo de MorBo


El me miraba fijamente, y yo, tendido sobre la cama, solo atinaba a disimular el agitado ritmo de mi respiración para no perturbarlo. Sin sacarme los ojos de encima se quitó el abrigo, sus jeans ajustados, una correa gruesa y una entallada camisa blanca de hileras labradas en relieve, translucían una figura casi perfecta, me seguía mirando. El pelo corto, la piel de la barba rasurada ya hace dos días, mostraban un tinte azulado y encantador en su rostro, sus cejas parecían unirse en la parte baja de la frente, los ojos grandes concentrados en mí, la nariz recta, ligeramente pronunciada y los labios delgados pero perfectamente delineados, un rostro de peculiar simetría, era hermoso y me contemplaba.
El cuello largo, y delgado, contrastaba con el torso delineado, separó cada broche, que a modo de botones, unían la parte anterior de esa camisa blanca, y poco a poco fue mostrándose el pecho, de trazos marcados, de pezones pequeños, bronceados y saltones, sobre unos pectorales trabajados por años en el gimnasio y sin lucir exagerados. La camisa cayó, y sus hombros y brazos lo hacían verse mas hombre, una ligera pilosidad dorada lo cubría, algo engrosada en el pecho , enmarcando los pezones y descendiendo hacia su pelvis pasando por el ombligo. La luz era perfecta, de una lámpara en la mesa de noche, cubierta por una pantalla color naranja, creaban un ambiente místico y excitante, el seguía con los ojos puestos en mi. Desajustó la correa, y separó sus bordes, desabotonó el pantalón y este descendió lentamente hacia sus pies, que ya lucían descalzos, unos pies de dedos largos, de uñas trabajadas por un pedicurista, casi perfectas, blancos, algo pálidos diría, como que ansiosos esperasen el verano para recorrer la arena y poder exponerse más seguido.
Sus piernas eran largas y torneadas, se iniciaban en muslos fuertes y engrosados, un ligero giro, sin perderme de vista, me mostró sus nalgas, redondas y pronunciadas, lucían detrás tras ese bóxer blanco ajustado. Intensificó la señal que transmitía en su mirada, caminó hacia mí, casi desnudo, se acercó a mis oídos y susurró, no alcancé a escucharlo, o entendí lo que me dijo, seguía viéndome y yo más que nunca lo miraba, se recostó a mi lado, y apagó la luz.

Juan Pablo

(26 Lima)

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